Navega el navegante, aunque sepa que jamás tocará las estrellas que lo guían

¡Salud a la cofradía trotacalle y trotamundo!


martes, 15 de marzo de 2011

¡Dios mío! ¡Dios mío! ¡Voy a llegar tarde!

Solo hasta el 20 de marzo




"Ella es Fifi Lapín heredera de la fortuna de sus padres y la conejita más sofisticada del mundo.a. Su mejor amiga es la gata Rubby, también influenciada por el mundo de la moda, a quién conoce desde siempre ya que sus madres y abuelas fueron amigas. Está comprometida, su novio se llama Sonny Hare, también muy trendy. Su perrita es Stella."































La bloguera británica Fifi Lapin y la marca textil, Pimkie, se han unido para sacar al mercado una línea de ropa inspirada en las mascotas que ha popularizado la bloguera. En la blogosfera Lapin cuenta sus viajes y luce marcas como Chanel y Miu Miu.


La línea de ropa Fifi Lapin - Pimkie es en blanco y gris.










Visto en: Pimkie
Precio: Camiseta a 14,99 €. Las sudaderas a 22,99 €. El
Bolso-saco a 9,99 €. Todos ellos con la firma de Fifi Lapin.


“Misión Cita” El concurso de Pimkie:

¿Cúando?

Del 28 de febrero al 27 de marzo de 2011, con motivo del lanzamiento de esta nueva línea de ropa, comienza un gran juego denominado Misión Cita al que puedes acceder a través de la página web de Pimkie. El premio son diferentes bonos para gastar en las tiendas de esta marca. El ganador conseguirá un año entero de shopping valorado en 960€ pero hay hasta 20 premios más en bonos regalo Pimkie.

¿En qué consiste?

En ayudar a una chica a concretar los detalles de su cita: hora, lugar y sobre todo, indumentaria para la ocasión.


EN LA MADRIGUERA DEL CONEJO

Alicia empezaba ya a cansarse de estar sentada con su hermana a la orilla del río, sin tener nada que hacer: había echado un par de ojeadas al libro que su hermana estaba leyendo, pero no tenía dibujos ni diálogos. «¿Y de qué sirve un libro sin dibujos ni diálogos?», se preguntaba Alicia.

Así pues, estaba pensando (y pensar le costaba cierto esfuerzo, porque el calor del día la había dejado soñolienta y atontada) si el placer de tejer una guirnalda de margaritas la compensaría del trabajo de levantarse y coger las margaritas, cuando de pronto saltó cerca de ella un Conejo Blanco de ojos rosados.

No había nada muy extraordinario en esto, ni tampoco le pareció a Alicia muy extraño oír que el conejo se decía a sí mismo: «¡Dios mío! ¡Dios mío! ¡Voy a llegar tarde!» (Cuando pensó en ello después, decidió que, desde luego, hubiera debido sorprenderla mucho, pero en aquel momento le pareció lo más natural del mundo). Pero cuando el conejo se sacó un reloj de bolsillo del chaleco, lo miró y echó a correr, Alicia se levantó de un salto, porque comprendió de golpe que ella nunca había visto un conejo con chaleco, ni con reloj que sacarse de él, y, ardiendo de curiosidad, se puso a correr tras el conejo por la pradera, y llegó justo a tiempo para ver cómo se precipitaba en una madriguera que se abría al pie del seto.
Un momento más tarde, Alicia se metía también en la madriguera, sin pararse a considerar cómo se las arreglaría después para salir.

Al principio, la madriguera del conejo se extendía en línea recta como un túnel, y después torció bruscamente hacia abajo, tan bruscamente que Alicia no tuvo siquiera tiempo de pensar en detenerse y se encontró cayendo por lo que parecia un pozo muy profundo.

O el pozo era en verdad profundo, o ella caía muy despacio, porque Alicia, mientras descendía, tuvo tiempo sobrado para mirar a su alrededor y para preguntarse qué iba a suceder después. Primero, intentó mirar hacia abajo y ver a dónde iría a parar, pero estaba todo demasiado oscuro para distinguir nada. Después miró hacia las paredes del pozo y observó que estaban cubiertas de armarios y estantes para libros: aquí y allá vio mapas y cuadros, colgados de clavos. Cogió, a su paso, un jarro de los estantes. Llevaba una etiqueta que decía: MERMELADA DE NARANJA, pero vio, con desencanto, que estaba vacío. No le pareció bien tirarlo al fondo, por miedo a matar a alguien que anduviera por abajo, y se las arregló para dejarlo en otro de los estantes mientras seguía descendiendo.

«¡Vaya! », pensó Alicia. «¡Después de una caída como ésta, rodar por las escaleras me parecerá algo sin importancia! ¡Qué valiente me encontrarán todos! ¡Ni siquiera lloraría, aunque me cayera del tejado!» (Y era verdad.)

Abajo, abajo, abajo. ¿No acabaría nunca de caer?

Lewis Carroll


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2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muchas gracias.
Una madre de chica adolescente

Anónimo dijo...

unos modelitos muy lindos. No tenía noticia de Fifi El cuento de Alicia es siempre maravilloso, en el sentido que dice maravillas. Bien escogido el párrafo.