Navega el navegante, aunque sepa que jamás tocará las estrellas que lo guían

¡Salud a la cofradía trotacalle y trotamundo!


jueves, 29 de julio de 2010

El país de la escritura


Lluvia de verano:
Miles de palabra
Sin sacar mi pluma





La "obertura" de "El imperio de los signos", en edición de Seix Barral, colección Los tres mundos, 2007.


¿Por qué el Japón? Porque es el país de la escritura: de todos los paises que el autor ha podido conocer el Japón es el único en el que ha encontrado el trabajo del signo más cercano a sus convicciones y a sus fantasmas o, si prefiere, el mas alejado de los disgustos, las irritaciones y las negaciones que suscita en él la mediocridad occidental. El signo japonés es fuerte: admirablemente regulado, dispuesto, fijado, nunca se naturaliza o se racionaliza. El signo japonés esta vacío, su significado huye, no hay dios ni verdad, ni moral en el fondo en estos significantes que reinan sin contrapartida. y sobre todo, la calidad superior de este signo, la nobleza de su afirmación y la gracia erótica con que se dibuja, están situadas por todas partes, sobre los objetos y sobre las conductas mas banales, las que de ordinario remitimos a la insignificancia o a la vulgaridad. Aquí no habrá, pues, que buscar el lugar del signo por el lado de sus ámbitos institucionales. No será cuestión de arte, ni de folklore, ni si quiera de civilización (no se opondrá el Japón feudal al Japón técnico). Será cuestión de la ciudad, del almacén, del teatro, de los buenos jardines, de la violencia; será cuestión de ciertos gestos, ciertas comidas, ciertos poemas; sera cuestión de los ojos y de los pinceles con que todo esto se escribe pero no se pinta.
Roland Barthes

"El imperio de los signos" (1970). Obra de culto para todos aquellos que aceptan el extrañamiento que supone la confrotación con la civilización japonesa.

Una hoja se va,
y
otra se suma
al viento
Haiku de Ransetsu

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