El maestro escribe a CamusArgel, a 30 de abril de 1959
Mi pequeño Albert:
He recibido, enviado por ti, el libro Camus, que ha tenido a bien dedicarme su autor, el señor J-Brisville.
Soy incapaz de expresar la alegría que me has dado con la gentileza de tu gesto ni sé cómo agradecértelo. Si fuera posible, abrazaría muy fuerte al mocetón en que te has convertido y que seguirá siendo para mí "mi pequeño Camus".
Todavía no he leído la obra, salvo las primeras páginas. ¿Quién es Camus? Tengo la impresión de que los que tratan de penetrar en tu personalidad no lo consiguen. Siempre has mostrado un pudor instintivo ante la idea de descubrir tu naturaleza, tus sentimientos. Cuando mejor lo consigues es cuando eres simple, directo. ¡Y ahora, bueno! Esas impresiones me las dabas en clase. El pedagogo que quiere desempeñar concienzudamente su oficio no descuida ninguna ocasión para conocer a sus alumnos, sus hijos, y éstas se presentan constantemente. Una respuesta, un gesto, una mirada, son ampliamente reveladores. Creo conocer bien al simpático hombrecito que eras y el niño, muy a menudo, contiene en germen al hombre que llegará a ser. El placer de estar en clase resplandecía en toda tu persona. Tu cara expresaba optimismo. Y estudiándote, nunca sospeché la verdadera situación de tu familia. Sólo tuve una impresión en el momento en que tu madre vino a verme para inscribirte en la lista de candidatos a las becas. Pero eso fue, por lo demás, en el momento en que ibas a abandonarme. Hasta entonces me parecía que tu situación era la misma que la de todos tus compañeros. Siempre tenías lo que te hacia falta. Como tu hermano, estabas agradablemente vestido. Creo que no puedo hacer mejor elogio de tu madre.
Volviendo al libro del señor Brisville, su iconografía es abundante. Y tuve la grandísima emoción de conocer, por su imagen, a tu pobre padre, a quien siempre consideré "mi camarada". El señor Brisville ha tenido a bien citarme: se lo agradeceré.
He visto la lista en constante aumento de las obras que te están dedicadas o que hablan de ti. Y es para mí una satisfacción muy grande comprobar que tu celebridad (es la pura verdad) no se te ha subido a la cabeza. Sigues siendo Camus: bravo.
He seguido con interés las múltiples peripecias de la obra que has adaptado y montado:
Los demonios. Te quiero demasiado para no desearte el mayor de los éxitos: el que mereces. Malraux, por su parte, piensa darte un teatro. Sé lo que es una pasión para ti. Pero... ¿sacarás adelante y a la vez todas esas actividades? Temo por ti que abuses de tus fuerzas. Y permite a tu viejo amigo que te lo señale, tienes una esposa encantadora, y dos niños que necesitan de su marido y de su padre. En este sentido te contaré lo que nos decía a veces el director de nuestra escuela primaria. Era muy, muy duro con nosotros, lo que nos impedía ver, sentir, que nos quería realmente. "la naturaleza tiene un gran libro donde inscribe minuciosamente todos los excesos que cometéis." Confieso que muchas veces esa sensata opinión, en el momento en que iba a olvidarla, me ha frenado. Así que trata de conservar blanca la página que te está reservada en el Gran Libro de la Naturaleza.
Andrée me cuenta que te hemos visto y escuchado en un programa literario de la televisión, sobre
Los demonios. Era emocionante verte contestar a las preguntas que te hacían. Y a pesar mío, observé con malicia que tú no sospechabas que finalmente te vería y te escucharía: Eso ha compensado un poco tu ausencia de Argel. Hace ya bastante tiempo que no nos vemos.
Antes de terminar, quiero decirte cuánto me hacen sufrir, como maestro laico que soy, los proyectos amenazadores que se urden contra nuestra escuela. Creo haber respetado, durante toda mi carrera, lo más sagrado que hay en el niño: el derecho a buscar su verdad. Os he amado a todos y creo haber hecho todo lo posible por no manifestar mis ideas y no pesar sobre vuestras jóvenes inteligencias. Cuando se trataba de Dios (está en el programa), yo decía que algunos creen, otros no. Y que en la plenitud de sus derechos, cada uno hace lo que quiere. De la misma manera, en el capítulo de las religiones, me limitaba a señalar las que existen, y que profesaban todos aquellos que lo deseaban. A decir verdad, añadía que hay personas que no practican ninguna religión. Sé que esto no agrada a quienes quisieran hacer de los maestros unos viajantes de comercio de la religión, y para más precisión, de la religión católica. En la escuela primaria de Argel (instalada entonces en el parque Galland, mi padre, como mis compañeros, estaba obligado a ir a misa y a comulgar todos los domingos. Un día, harto de esta constricción. ¡metió la hostia "consagrada" dentro de un libro de misa y lo cerró! El director de la escuela, informado del hecho, no vaciló en expulsarlo. Esto es lo que quieren los partidarios de una "Escuela Libre" (libre... de pensar como ellos). Temo que, dada la composición de la actual Cámara de Diputados, esta mala jugada dé buen resultado. Le Canard enchaîné ha señalado que, en un departamento, unas cien clases de la escuela laica funcionan con el crucifijo colgado en la pared. Eso me parece un atentado abominable contra la conciencia de los niños. ¿Qué pasará dentro de un tiempo? Estas reflexiones me causan una profunda tristeza.
Pequeño, llego al final de la cuarta página: es abusar de tu tiempo y te ruego que me disculpes. Aquí todo anda bien. Christian, mi yerno, empezará mañana ¡su 27º mes de servicio militar!
Recuerda que, aunque no escriba, pienso con frecuencia en todos vosotros.Mi señora y yo os abrazamos fuertemente a los cuatro. Afectuósamente vuestro.
Germain Louis.
Recuerdo la visita que hiciste, con tus compañeros de comunión a nuestra clase. Estabas visiblemente contento y orgulloso del traje que llevabas y de la fiesta que celebrabas. Sinceramente me alegró vuestra alegría por estimar que, si hacíais la comunión, era porque os gustaba. De modo que...