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sábado, 26 de septiembre de 2015

Cuando llegué al extremo del bosque

 si fuera anochecía, dentro estaba oscuro 

 
La forêt des maîtres-sots’: pintura acrílica y carboncillo sobre lienzo, de cuatro metros de largo y diez de ancho. Juan Pérez Agirregoikoa. Desde mayo de 2015 en el bar del Museo Guggenheim. Ahora a esto se le llama intervención artística. Así, intervención artística de Pérez Agirregoikoa en el bar del Museo Guggenheim Bilbao. [Y de momento, por “entrar” al bar no cobran]
MIS OJOS, QUE CODICIAN COSAS BELLAS_ Demasiado oscuro el bosque para que un pájaro, por arte de alas, hallase acomodo mejor para la noche… Dice su autor que se trata de un bosque nocturno plagado de símbolos que compone una pieza en la que reflexiona sobre el comportamiento humano. También que le interesa la idea del bosque como lugar imaginario.
Cuando un hombre consigue llevar a la fraga de Cecebre un alma atenta se entera de muchas historias… Entonces se comprende que existe otra alma allí, infinitas almas: que está animado el bosque entero.
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Fotografía: Anisia Serendipia
_ ¡Qué bellos son los bosques!_ La fraga es un ser hecho de muchos seres…  Esa vaga emoción, ese afán de volver la cabeza, esa tentación —tantas veces obedecida— de detenernos a escuchar no sabemos qué, cuando cruzamos entre su luz verdosa, nacen de que el alma de la fraga nos ha envuelto… y lo que en nosotros hay de primitivo, de ligado a una vida ancestral olvidada, lo que hay de animal encorvado (como ese Narciso que mira su reflejo en el lago que lo vuelve mariposa de alas desplegadas), lo que hay de raíz de árbol, lo que hay de rama y de flor y de fruto, y de araña que acecha y de insecto que escapa del monstruoso enemigo tropezando en la tierra, lo que hay de tierra misma, tan viejo, tan oculto, se remueve y se asoma porque oye un idioma que él habló alguna vez y siente que es la llamada de lo fraterno, de una esencia común a todas las vidas. Y sin embargo, los bosques de la literatura despiden casi siempre un perfume aterrador, una atmosfera de peligro, de Selva Oscura, como aquella en la que Dante se adentró y caminó hacia el infierno en compañía de Virgilio. A su “Bosque animado”,  Wenceslao Fernández Flores lo describe como un ser compuesto de muchos seres. Como la ciudad. Pero es más variada que la ciudad, porque en la ciudad el hombre lo es todo y su carácter se imprime hasta el panorama urbano, y en su bosque el hombre resulta apenas un detalle del que se puede prescindir, como en La forêt des maîtres-sots’ [¿Cómo traducirlo? El bosque de los maestros tontos de remate, rematadamente tontos o de los maestros en tontez… también podría ser un juego de palabras].  Apenas un hiriente detalle en el tronco de un árbol “los canallas (knaves) aman a los tontos (fools)”. Un detalle en un árbol testigo. Los árboles entre todos los seres vivos de la fraga son los más pacíficos, los más bondadosos, los que poseen un alma más sencilla e ingenua. Conviene saber que carecen absolutamente de vanidad. Nacen en cualquier parte e ignoran que sólo por el hecho de crecer allí, aquel lugar queda embellecido. Como todas las plantas, aman intensamente el agua y a ensalzarla dedican sus mejores sinfonías, que son dos y las podéis oír en todos los bosques del mundo: una imita el ruido de la lluvia sobre el ramaje y la otra copia el rumor de un mar lejano. O el de una ría, la de Bilbao que se divisa desde la segunda planta del bar. En ese árbol testigo leemosKnaves love fools”. Dice el autor que se trata de un amor correspondido, que la sociedad siempre ha estado dirigida entre tontos y canallas.
Hace casi un siglo WH Auden escribió en un ensayo sobre el poeta Robert Frost, autor de los versos de este texto, que un árbol no es lo mismo para un americano que para un europeo.  Que cuando un europeo sale a dar un paseo y se topa con un árbol se trata de un árbol familiar, cargado de referencias, testigo de su historia. Me imagino que piensa en el manzano de más de 400 años de Newton; en el Gran Roble de 1000 años, el que fuera preferido por Robin Hood en Sherwood ; o en el roble de Gernika. Mientras que para un americano, lo que se produce es un encuentro entre iguales, sin referencias, que le deja en un estado de desconcierto.
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[Fotografía por cortesía de Mr. OWL. Autora: Christa Holka]

_¡Qué bellos y sombríos !_ Con esta intervención artística el bar del Museo Guggenheim Bilbao entra en el grupo de bares de museos con obras de arte. El 27 de agosto se abrió en Londres un “fugaz” restaurante inspirado en la mítica Twin peaks, un paraje “idílico” de húmedos bosques de helechos y aguas inmóviles…  The Owls Are Not What They Seem estará abierto hasta el 16 de octubre. En Los búhos no son lo que parecen  ...seguir leyendo en MUGALARI.info

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