si fuera anochecía, dentro estaba oscuro
La forêt des maîtres-sots’: pintura acrílica y carboncillo sobre lienzo, de cuatro metros de largo y diez de ancho.
Juan Pérez Agirregoikoa. Desde mayo de 2015 en el bar del Museo Guggenheim. Ahora a esto se le llama
intervención artística.
Así, intervención artística de Pérez Agirregoikoa en el bar del Museo
Guggenheim Bilbao. [Y de momento, por “entrar” al bar no cobran]
MIS OJOS, QUE CODICIAN COSAS BELLAS_
Demasiado oscuro el bosque para que un pájaro, por arte de alas, hallase acomodo mejor para la noche… Dice
su autor que se trata de un bosque nocturno plagado de símbolos que
compone una pieza en la que reflexiona sobre el comportamiento humano.
También que le interesa la idea del bosque como lugar imaginario.
Cuando un hombre consigue llevar a la fraga de Cecebre un alma
atenta se entera de muchas historias… Entonces se comprende que existe
otra alma allí, infinitas almas: que está animado el bosque entero.
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Fotografía: Anisia Serendipia |
_ ¡Qué bellos son los bosques!_
La fraga es un ser hecho de muchos seres… Esa vaga emoción, ese afán
de volver la cabeza, esa tentación —tantas veces obedecida— de
detenernos a escuchar no sabemos qué, cuando cruzamos entre su luz
verdosa, nacen de que el alma de la fraga nos ha envuelto… y lo que en
nosotros hay de primitivo, de ligado a una vida ancestral olvidada, lo
que hay de animal encorvado (como ese Narciso que mira su reflejo en el lago que lo vuelve mariposa de alas desplegadas)
,
lo que hay de raíz de árbol, lo que hay de rama y de flor y de fruto, y
de araña que acecha y de insecto que escapa del monstruoso enemigo
tropezando en la tierra, lo que hay de tierra misma, tan viejo, tan
oculto, se remueve y se asoma porque oye un idioma que él habló alguna
vez y siente que es la llamada de lo fraterno, de una esencia común a
todas las vidas. Y sin embargo, los bosques de la literatura
despiden casi siempre un perfume aterrador, una atmosfera de peligro, de
Selva Oscura, como aquella en la que
Dante se adentró y caminó hacia el infierno en compañía de
Virgilio.
A su “
Bosque animado”,
Wenceslao Fernández Flores
lo describe como un ser compuesto de muchos seres. Como la ciudad. Pero
es más variada que la ciudad, porque en la ciudad el hombre lo es todo y
su carácter se imprime hasta el panorama urbano, y en su bosque el
hombre resulta apenas un detalle del que se puede prescindir, como en La
forêt des maîtres-sots’ [¿Cómo traducirlo? El bosque de los maestros
tontos de remate, rematadamente tontos o de los maestros en tontez…
también podría ser un juego de palabras]. Apenas un hiriente detalle en
el tronco de un árbol “los canallas (knaves) aman a los tontos
(fools)”. Un detalle en un árbol testigo.
Los árboles entre
todos los seres vivos de la fraga son los más pacíficos, los más
bondadosos, los que poseen un alma más sencilla e ingenua. Conviene
saber que carecen absolutamente de vanidad. Nacen en cualquier
parte e ignoran que sólo por el hecho de crecer allí, aquel lugar queda
embellecido. Como todas las plantas, aman intensamente el agua y a
ensalzarla dedican sus mejores sinfonías, que son dos y las podéis oír
en todos los bosques del mundo: una imita el ruido de la lluvia sobre el
ramaje y la otra copia el rumor de un mar lejano. O el de una ría, la de Bilbao que se divisa desde la segunda planta del bar. En ese árbol testigo leemos
“Knaves love fools”. Dice el autor que
se trata de un amor correspondido, que la sociedad siempre ha estado dirigida entre tontos y canallas.
Hace casi un siglo
WH Auden escribió en un ensayo sobre el poeta
Robert Frost,
autor de los versos de este texto, que un árbol no es lo mismo para un
americano que para un europeo. Que cuando un europeo sale a dar un
paseo y se topa con un árbol se trata de un árbol familiar, cargado de
referencias, testigo de su historia. Me imagino que piensa en el manzano
de más de 400 años de Newton; en el Gran Roble de 1000 años, el que
fuera preferido por Robin Hood en Sherwood ; o en el roble de Gernika.
Mientras que para un americano, lo que se produce es un encuentro entre
iguales, sin referencias, que le deja en un estado de desconcierto.
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[Fotografía por cortesía de Mr. OWL. Autora: Christa Holka] |
_¡Qué bellos y sombríos !_ Con esta intervención artística el bar del Museo Guggenheim Bilbao entra en el grupo de bares de museos con obras de arte.
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en la mítica Twin peaks, un paraje “idílico” de húmedos bosques de
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