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lunes, 27 de septiembre de 2010

siento que la vida se acerca cuando todo lo que quiero es morir (marilyn)






Marilyn Monroe "Fragmentos"

Seix Barral. 272 pags, Lengua: castellano; encuadernación: Tapa blanda. 1ªEdición. Año 2010. Plaza edición: Barcelona

6 de octubre

El próximo 6 de Octubre sale a la venta "Fragmentos", un libro que reúne poemas, escritos, reflexiones y fotografías inéditas de la actriz Marilyn Monroe.
Cartas, entradas de diarios o servilletas de restaurantes manuscritas, paginas mecanografiadas y corregidas por la actriz entre 1943 y 1962.

Prologado por Antonio Tabucchi, este volumen facsimilado contiene todo tipo de documentos personales de la actriz, ordenados cronológicamente y con gran lujo en la reproducción de imágenes y textos facsimilares.

Marilyn Monroe según Truman Capote

Ella parecía desvanecerse con la claridad, mezclarse con el cielo y las nubes, retroceder y ocultarse detrás




Escena: La capilla de la funeraria Universal en la Avenida Lexington y la calle Cincuenta y dos, Nueva York. Un interesante grupo representativo se apretuja en los asientos: celebridades, en su mayoría, del ambiente teatral, cinematográfico y literario internacional presentes todos en homenaje a Constance Collier, la actriz nacida en Inglaterra, que murió el día anterior, a los setenta y cinco años.
Nacida en 1880, Miss Collier comenzó su carrera como corista de teatro de variedades, pasando de allí a convertirse en una de las principales actrices shakesperianas de Inglaterra (y novia, de por vida, de Sir Max Beerbhom, con quien nunca se casó, siendo tal vez por esa razón la inspiración de la traviesa e inconseguible heroína de la novela de Sir Max, Zuleika Dobson). Después de un tiempo emigró a los Estados Unidos, donde se convirtió en una importante figura en el teatro de Nueva York y en el cine de Hollywood. Durante las últimas décadas de su vida vivió en Nueva York; allí daba clases de teatro de alto nivel: sólo aceptaba profesionales como estudiantes, y por lo general profesionales que ya eran “estrellas”. Katharine Hepburn fue su alumna permanente. Otra Hepburn, Audrey, fue igualmente una de las protegidas de la Collier, igual que Vivian Leigh y, unos meses antes de su muerte, una neófita a quien Miss Collier llamaba “mi problema especial”: Marilyn Monroe.
Marilyn Monroe, a quien conocí por intermedio de John Huston cuando dirigía La jungla de asfalto, la primera película en que Marilyn habló, pasó a ser protegida de Miss Collier por sugerencia mía. Conocía a Miss Collier desde hacía unos seis años, y la admiraba como mujer de mucho valor en el aspecto físico, emocional y creativo, y por ser, a pesar de sus modales altaneros y de su voz de gran catedral, una persona adorable, levemente malvada pero excesivamente cálida, digna pero gemütlich. Me encantaba ir a los pequeños almuerzos que ofrecía con frecuencia en su oscuro estudio victoriano en el centro de Manhattan; tenía una infinidad de historias acerca de sus aventuras como primera figura con Sir Beerbhom y el gran actor francés Coquelin, su relación con Oscar Wilde, Chaplin de joven y la Garbo en los primeros años de la sueca, en las películas mudas. En realidad, era una delicia, igual que su fiel secretaria y compañera, Phyllis Wilbourn, una solterona brillante pero callada que, después de su muerte pasó a ser, y sigue siendo, acompañante de Katharine Hepburn. Miss Collier me presentó a muchas personas de quienes me hice amigo: los Lunt, los Olivier y especialmente Aldoux Huxley. Pero fui yo el que le presentó a Marilyn Monroe, y al principio no le interesó conocerla, no veía muy bien, no había visto las películas de Marilyn, y en realidad no sabía nada de ella, excepto que era una especie de bomba sexual de pelo platinado, de fama mundial. En fin, no parecía arcilla adecuada para la severa y clásica formación de Miss Collier. Pero yo pensé que podían hacer una combinación estimulante.
Así fue. “Oh, sí”, me informó Miss Collier. “Tiene algo. Es una hermosa niña. No lo digo por lo obvio, tal vez demasiado obvio. No es una actriz, en absoluto, en el sentido tradicional. Lo que ella tiene, esa presencia, esa luminosidad, esa inteligencia deslumbrante, nunca podría salir a relucir en el escenario. Es algo tan frágil, tan sutil, que sólo la cámara puede captarlo. Es como un colibrí en vuelo: sólo la cámara puede congelar su poesía. Pero quien piense que la chica es otra Harlow, o una puta, está loco. Hablando de locura, es de eso que nos estamos ocupando: de Ofelia. Supongo que la gente se reiría de sólo pensarlo, pero realmente podría ser la Ofelia más deliciosa del mundo. Estaba hablando con Greta la semana pasada, y le hablé de Marilyn como Ofelia, y Greta dijo sí, que lo creía porque la había visto en dos películas, muy comunes y vulgares, pero que de todos modos dejaban entrever las posibilidades de Marilyn. En realidad, Greta tiene una idea divertida. ¿Sabes que quiere hacer una película de Dorian Gray? Con ella como Dorian, por supuesto. Bueno, dijo que le gustaría que Marilyn fuera una de las chicas que Dorian seduce y destruye. ¡Greta! ¡Tan desaprovechada! Y qué talento, bastante parecido al de Marilyn, cuando se piensa. Por supuesto, Greta es una actriz consumada, de máximo control. Esta hermosa criatura carece de todo concepto de disciplina o sacrificio. No sé por qué, pero me parece que no llegará a vieja. Es absurdo que lo diga, pero siento que morirá joven. Espero, ruego, que viva lo suficiente para liberar ese talento tan extraño y encantador que es en ella como un espíritu prisionero.”
Ahora Miss Collier ha muerto, y yo estaba en el vestíbulo de la capilla Universal esperando a Marilyn. Hablamos por teléfono la noche anterior y quedamos en sentarnos juntos en el servicio, que empezaría al mediodía. Ya llevaba más de media hora de retraso. Siempre llegaba tarde, pero pensé que, por una sola vez, podía llegar a horario. ¡Por el amor de Dios! ¡Maldición! De repente llegó, pero no la reconocí hasta que me dijo...
MARILYN: Querido, perdóname. Pero como ves, me maquillé y luego pensé que no debería ponerme pestañas postizas ni pintarme los labios ni nada, de modo que me lavé la cara, y no sabía qué ponerme...

(Lo que se había puesto finalmente habría sido apropiado para la abadesa de un convento que asiste a una audiencia privada con el Papa. Tenía el pelo totalmente cubierto por un pañuelo de chifón negro, un vestido negro suelto, largo, que parecía prestado, medias de seda negra que opacaban la rubia belleza de sus esbeltas piernas. Seguro que una abadesa no se habría puesto los zapatos de tacos altos, negros y vagamente eróticos, que había elegido, ni los anteojos oscuros, de lechuza, que tornaban dramática la palidez de vainilla de su fresca piel.)

TC: Se te ve muy bien.
M (royendo la uña del pulgar, ya totalmente comida): ¿Estás seguro? Estoy tan nerviosa, ¿sabes? ¿Dónde está el baño? Si pudiera ir un momento...
TC: ¿A tomarte una píldora? ¡No! Shhh. Esa es la voz de Cyril Ritchard: ya ha empezado el panegírico.
(De puntillas, entramos en la capilla llena de gente y logramos ubicarnos en un espacio estrecho en la última fila. Cyril Ritchard terminó de hablar. Lo siguió Cathleen Nesbitt, colega de toda la vida de Miss Collier, y finalmente Brian Aherne se dirigió a los presentes. Durante todo este tiempo, mi acompañante no cesaba de quitarse los anteojos para enjugar las abundantes lágrimas que brotaban de sus ojos azul grisáceos. Algunas veces la había visto sin maquillaje, pero hoy presentaba una nueva experiencia visual, un rostro que no había observado antes, y al principio no me di cuenta de qué pasaba. ¡Ah! Era por el pañuelo de cabeza. Con el pelo oculto, el cutis sin cosméticos, parecía de doce años, una virgen pubescente recién admitida en un orfelinato, que se lamenta por su suerte. Por fin la ceremonia terminó, y la congregación comenzó a dispersarse.)
M: Por favor, sentémonos aquí. Esperemos a que se vayan todos.
TC: ¿Por qué?
M: No quiero tener que hablar con todo el mundo. Nunca sé qué decir.
TC: Siéntate tú aquí, que yo esperaré afuera. Tengo que fumar un cigarrillo.
M: ¡No me puedes dejar sola! ¡Dios mío! Fuma aquí.
TC: ¿Aquí? ¿En la capilla?
M: ¿Por qué no? ¿Qué vas a fumar? ¿Marihuana?
TC: Muy graciosa. Vámonos.
M: Por favor. Hay un montón de fotógrafos abajo. Y por supuesto que no quiero que me saquen fotos con esta ropa.
TC: No te culpo.
M: Dijiste que se me veía muy bien.
TC: Y es verdad. Estás perfecta para el papel de la novia de Frankenstein.
M: Te estás riendo de mí ahora.
TC: ¿Te parece?
M: Te ríes por dentro. Y ésa es la peor clase de risa. (Frunciendo el ceño; mordiéndose la uña del pulgar.) En realidad, podía haberme puesto maquillaje. Todo el mundo aquí estaba maquillado.
TC: Incluso yo.
M: Hablando en serio. Es el pelo. Necesito tintura, y no tuve tiempo. Todo fue tan inesperado. La muerte de Miss Collier. ¿Ves?
(Se levantó un poquito el pañuelo para mostrarme una franja negra en la raya del pelo.)
TC: Pobre e inocente de mí. Yo que creía que eras una rubia auténtica.
M: Lo soy. Pero nadie es tan natural. ¿Por qué no te vas a la mierda?
TC: Bueno, ya se han ido todos. Vamos, levántate.
M: Estos fotógrafos están ahí todavía. Lo sé.
TC: Si no te reconocieron al entrar, no te reconocerán cuando salgas.
M: Uno me reconoció. Pero me metí por la puerta antes de que empezara a gritar.
TC: Debe haber una puerta posterior. Podemos salir por ahí.
M: No quiero ver ningún cadáver.
TC: ¿Por qué vamos a ver cadáveres?
M: Esto es una funeraria. Deben guardarlos en alguna parte. Lo único que me falta, entrar en un cuarto lleno de muertos. Ten paciencia. Iremos a alguna parte y te invitaré a tomar champagne.

(De modo que nos quedamos sentados y Marilyn dijo: “Odio los funerales. Me alegro de no tener que ir al mío. Sólo que no quiero funeral, y que uno de mis hijos, si tengo alguno, tire mis cenizas al viento. Hoy no habría venido de no ser porque Miss Collier me quería, se preocupaba por mi porvenir y era como una abuelita, una abuelita severa, pero que me enseñó muchas cosas. Me enseñó a respirar. Lo he aprovechado, y no sólo cuando actúo. Hay otros momentos cuando respirar es un problema. Pero cuando me enteré de la muerte de Miss Collier, lo primero que pensé fue: Oh, Dios mío, ¿qué pasará con Phyllis? Miss Collier era toda su vida. Pero me enteré de que se fue a vivir con Miss Hepburn. Feliz de Phyllis. Lo pasará tan bien ahora. Me gustaría cambiar con ella. Miss Hepburn es una persona maravillosa. En serio. Ojalá fuera amiga mía. Podría llamarla a veces y... bueno, no sé, charlar con ella”.

Hablamos de cómo nos gustaba Nueva York y de cuánto aborrecíamos Los Angeles. “Aunque nací ahí, no se me ocurre nada bueno que decir de Los Angeles. Si cierro los ojos, y me imagino Los Angeles, todo lo que veo es una gran várice.” Hablamos de actores y actuaciones. “Todos dicen que no sé actuar. Decían lo mismo de Elizabeth Taylor. Y se equivocaron. Estuvo magnífica en Ambiciones que matan. A mí nunca me darán el papel apropiado, algo que realmente quiera hacer. No me ayuda el aspecto físico. Demasiado específico”; hablamos un poco de Elizabeth Taylor; quería saber si yo la conocía y le dije que sí, y ella dijo bueno, cómo es, cómo es en realidad, y yo dije bueno, es algo parecida a ti, es muy franca y dice cualquier cosa, y Marilyn dijo vete a la mierda y me dijo bueno, si alguien me preguntara cómo era Marilyn Monroe, cómo era Marilyn Monroe en realidad, qué diría, y le dije que tenía que pensarlo.)

TC: ¿Te parece que podemos irnos de una vez? Me prometiste champagne, ¿recuerdas?
M: Recuerdo. Pero no tengo dinero.
TC: Siempre llegas tarde y nunca tienes dinero. Por casualidad, ¿no estás bajo la impresión de que eres la reina Isabel?
M: ¿Quién?

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EL HOMBRE: Fu Manchu.
M (riendo): Oh, como en el cine. Qué amor.
EL HOMBRE: Usted, ¿cómo se llama?
M: ¿Yo? Marilyn.
EL HOMBRE: Eso pensé. Mi mujer no me creería. ¿Me puede dar su autógrafo?

(Sacó una tarjeta y una lapicera. Utilizando su cartera como apoyo, ella escribió: Que Dios lo bendiga - Marilyn Monroe).

M: Gracias.
EL HOMBRE: Gracias a usted. Voy a mostrar esto en la oficina.

(Seguimos hasta el borde del muelle, donde nos pusimos a escuchar el ruido del agua.)

M: Yo solía pedir autógrafos. Todavía lo hago, a veces. El año pasado vi a Clark Gable sentado cerca de mí en Chasen, y le pedí que me firmara la servilleta.

(Apoyada contra un poste de amarras, la observé, de perfil: Galatea oteando las distancias no conquistadas. La brisa le esponjaba el pelo. Volvió la cabeza hacia mí con gracia etérea, como si la hiciera girar la brisa.)

TC: ¿Cuándo alimentamos los pájaros? Yo también tengo hambre. Es tarde, y no almorzamos.
M: Recuerda, te dije que si alguna vez te preguntaran cómo era yo, cómo era, en realidad, Marilyn Monroe, ¿cómo contestarías esa pregunta? (Su tono era juguetón, burlón, sin embargo sincero al mismo tiempo: quería una respuesta honesta): Apuesto a que dirías que era una palurda.
TC: Por supuesto, pero también les diría...

(Ya se iba la luz. Ella parecía desvanecerse con la claridad, mezclarse con el cielo y las nubes, retroceder y ocultarse detrás. Yo quería alzar la voz por encima de los gritos de las gaviotas y preguntarle: “Marilyn, Marilyn, ¿por qué todo tuvo que salir así? ¿Por qué es una mierda esta vida?”)

TC: Yo diría...
M: No te oigo.
TC: Diría que eres una hermosa niña.

[incluido en "Musica Para Camaleones"]

Visto en: casa del libro [disponible en preventa]
Precio: 28.00€

Noche de la noche, confortante
oscuridad; la frescura del aire
parece diferente. La noche
no tiene ojos, ni tiene a nadie: silencio,
excepto para la noche misma.

Marilyn Monroe

1 comentario:

Anónimo dijo...

OH! Marilyn una mujer atractiva al cien por cien. No creo que surja nadie que se le pueda comparar. Muy divertido el diálogo Hace suponer que el libro es ameno e interesante. Los datos sobre la profesora también son dignos de tenerse en cuenta sobre todo porque pienso que la mayor parte de la gente los ignoramos