Navega el navegante, aunque sepa que jamás tocará las estrellas que lo guían

¡Salud a la cofradía trotacalle y trotamundo!


viernes, 23 de septiembre de 2011

por tierra, en un estero, estaba un sicomoro

yo traigo la estrella, y traigo la paloma, en mi corazón

Una mañana de febrero en La Habana me compré "La Edad de Oro" de José Martí. Mi madre cantaba que cantaba mi abuelo "...Martí no debió de morir, ¡ay!, de morir. Si Martí no hubiera muerto, otro gallo cantaría, la patria se salvaría y Cuba sería feliz..." y cuando ví el ejemplar ya no me acuerdo en que plaza, me hizo mucha ilusión y me lo compré.
Estuvimos de parlamento mercantil con los tenderos a los que aconsejábamos sobre que precios poner a sus libros para cuando sus clientes fueran turistas, pues tenían, según mi hermana, auténticas maravillas en partituras musicales imposibles de conseguir en Europa (que en aquel entonces no conocíamos ebay) ¡muy baratas! y otras cosas más normales ¡caras!. Y yo les decía que los libros de poesía, a "un guan dolar", eran muy baratos y que los subieran de precio. Y que bajaran los precios de otras cosas corrientes. Total que como les compramos muchas cosas les dejamos encantados y eso, a pesar de la charla que les dimos. Claro que ¡también eramos las clientas más guapas y elegantes, las más, que habían tenído nunca jamás!"

A los niños que lean “La Edad de Oro”

Fue en realidad una revista mensual que Martí publicó para los niños, “y para las niñas, por supuesto". No me acuerdo donde lo empecé a leer pero sí la risa que me dió el primer párrafo, escrito en 1889 (y yo era en el año 2000), y lo entrañable que me pareció todo. Tan afectuoso, tan íntimo, tan bondadoso, ... ¡Pura delicia! que, y sin que hagan demasiado caso de lo que se dice en el primer párrafo...

me gustaría dedicarselo a las niñas, a las del declamador, por supuesto



A los niños que lean “La Edad de Oro”

Para los niños es este periódico, y para las niñas, por supuesto. Sin las niñas no se puede vivir, como no puede vivir la tierra sin luz. El niño ha de trabajar, de andar, de estudiar, de ser fuerte, de ser hermoso: el niño puede hacerse hermoso aunque sea feo; un niño bueno, inteligente y aseado es siempre hermoso. Pero nunca es un niño más bello que cuando trae en sus manecitas de hombre fuerte una flor para su amiga, o cuando lleva del brazo a su hermana, para que nadie se la ofenda: el niño crece entonces, y parece un gigante: el niño nace para caballero, y la niña nace para madre. Este periódico se publica para conversar una vez al mes, como buenos amigos, con los caballeros de mañana, y con las madres de mañana; para contarles a las niñas cuentos lindos con que entretener a sus visitas y jugar con sus muñecas; y para decirles a los niños lo que deben saber para ser de veras hombres. Todo lo que quieran saber les vamos a decir, y de modo que lo entiendan bien, con palabras claras y con láminas finas. Les vamos a decir cómo está hecho el mundo: les vamos a contar todo lo que han hecho los hombres hasta ahora.

Para eso se publica La Edad de Oro: para que los niños americanos sepan como se vivía antes, y se vive hoy, en América, y en las demás tierras; y cómo se hacen tantas cosas de cristal y de hierro, y las máquinas de vapor, y los puentes colgantes, y la luz eléctrica; para que cuando el niño vea una piedra de color sepa porqué tiene colores la piedra, y que quiere decir cada color; para que el niño conozca los libros famosos donde se cuentan las batallas y las religiones de los pueblos antiguos. Les hablaremos de todo lo que se hace en los talleres, donde suceden cosas más raras e interesantes que en los cuentos de magia, y son magia de verdad, más linda que la otra: y les diremos lo que se sabe del cielo, y de lo hondo del mar y de la tierra; y les contaremos cuentos de risa y novelas de niños, para cuando hayan estudiado mucho, o jugado mucho, y quieran descansar. Para los niños trabajamos, porque los niños son los que saben querer, porque los niños son la esperanza del mundo. Y queremos que nos quieran, y nos vean como cosa de su corazón.

Cuando un niño quiera saber algo que no este en La Edad de Oro, escríbanos como si nos hubiera conocido siempre, que nosotros le contestaremos. No importa que la carta venga con faltas de ortografía. Lo que importa es que el niño quiera saber. Y si la carta está bien escrita, la publicaremos en nuestro correo con la firma al pie, para que se sepa que es niño que vale. Los niños saben más de lo que parece, y si les dijeran que escribiesen lo que saben, muy buenas cosas que escribirían. Por eso La Edad de Oro va a tener cada seis meses una competencia, y el niño que le mande el trabajo mejor, que se conozca de veras que es suyo, recibirá un buen premio de libros, y diez ejemplares del número de La Edad de Oro en que se publique su composición, que será sobre cosas de su edad, para que puedan escribirla bien porque para escribir bien una cosa hay que saber de ella mucho. Así queremos que los niños de América sean: hombres que digan lo que piensan, y lo digan bien: hombres elocuentes y sinceros.

Las niñas deben saber lo mismo que los niños, para poder hablar con ellos como amigos cuando vayan creciendo; como que es una pena que el hombre tenga que salir de su casa a buscar con quien hablar, porque las mujeres de la casa no sepan contarle más que de diversiones y de modas. Pero hay cosas muy delicadas y tiernas que las niñas entienden mejor, y para ellas las escribiremos de modo que les gusten; porque La Edad de Oro tiene su mago en la casa, que le cuenta que en las almas de las niñas sucede algo parecido a lo que ven los colibríes cuando andan curioseando por entre las flores. Les diremos cosas así, como para que las leyesen los colibríes si supiesen leer. Y les diremos cómo se hace una hebra de hilo, cómo nace una violeta, cómo se fabrica una aguja, cómo tejen las viejecitas de Italia los encajes. Las niñas también pueden escribirnos sus cartas, y preguntarnos cuanto quieran saber, y mandarnos sus composiciones para la competencia cada seis meses. ¡De seguro que van a ganar las niñas!

Lo que queremos es que los niños sean felices, como los hermanitos de nuestro grabado; y que si alguna vez nos encuentra un niño de América por el mundo nos apriete mucho la mano, como a un amigo viejo, y diga donde todo el mundo lo oiga: "¡Este hombre de La Edad de Oro fue mi amigo!" ( léan aquí todos la obra de José Martí)

¡Ay, Martí! No, no debió de morir, pero el mismo dijo que la muerte no es verdad cuando se ha cumplido bien la obra de la vida.

y, para que el declamador luzca una camisa como la de Martí,cierre de botones oculto y cuello largo..., a medida en






Visto en: tailor4less
Precio: 38€



Iba
un niño travieso
Cazando mariposas;
Las cazaba el bribón, les daba un beso,
Y después las soltaba entre las rosas.

José Martí

3 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Felicidades al declamador!, generoso, que siempre nos deja algo bueno, con banda sonora y poemas bonitos ... no es extraño que su joven público sea adicto y entusiasta.

CBM dijo...

¡Qué bueno, el Declamador!, ambientando el poema en Cuba, con su guitarra, su sombrero y sus canciones, anima al público a participar y se dan palmas en un recital de poesía, ¡qué más se puede pedir!

Anisia Serendipia dijo...

Deben de estar encantadas con su declamador