MARMOKA/MEDUSA. Exposición de esculturas de ESKERRI, en el Museo de Arte e Historia de Durango. Hasta el 2 de abril de 2017.
MIS OJOS, QUE CODICIAN COSAS BELLAS _ ¿Esta medusa tiene los cabellos venenosos, con miles de serpientes? Así es; tal vez no veas como mueve los ojos, como los posa sobre su presa. Huye, huye de su ira, huye de su menosprecio, porque si te golpea su mirada, te convertirá en piedra también. Algo así cantaba un madrigal que compuso el poeta italiano Gaspare Murtola al ver una primera versión de la pintura “Medusa” de “Caravaggio”, conocida a partir de entonces como “Medusa Murtola”.
La monstruo Medusa ha sido inmortalizada en numerosas obras de arte pero quizá las más “mostradas” hayan sido la de Caravaggio (a mí esta Medusa siempre me ha recordado a una ahuecada mezzosoprano desgañitándose por alcanzar los graves de una contralto) y la escultura de Cellini “Perseo con la cabeza de Medusa”. Ambas obras se disfrutan en Florencia.
_Espantosa tiene la crin_ El mito de Perseo y Medusa es una “delicia” de sucedidos: un Oráculo advierte al Rey de Argos, padre de Dánae, de que morirá a manos de su propio nieto, así que manda encerrar a su hija en una torre para que esta no conciba un hijo. Pero Zeus desea a Dánae y la visita en forma de lluvia de Oro, quedando esta embarazada de Perseo, semidiós de la mitología griega. Al enterarse el Rey los arroja en un cofre al mar, que es calmado por Poseidón a petición de Zeus, y estos logran alcanzar la costa de una isla en la que gobierna un Rey cuyo hermano recoge a Dánae y cría a Perseo como hijo propio. El rey, que es un malvado y pretende a Dánae, ve en Perseo un obstáculo y usando una terrible estratagema le hace partir en busca de la cabeza de Medusa [Según Ovidio la Gorgona Medusa era una sacerdotisa del templo de Atenea que fue violada por ese mismo Poseidón que calmó las aguas para Dánae y Perseo. Enfurecida la diosa, transformó el hermoso cabello de la joven en serpientes y a sus ojos infundió una intensidad tal que petrificaba a quien los miraba fijamente].
n su periplo de vuelta tras lograr cortar la cabeza de Medusa, para lo que Perseo contó entre otras muchas cosas con las sandalias aladas que le dio Hermes; una espada que le dio Hefesto, dios del fuego y de la forja; y al escudo de bronce que Atenea le había proporcionado para que, llegado el momento del degüello, no mirase directamente a Medusa sino su reflejo en el escudo evitando así volverse de piedra, se encuentra con Atlas, el titán condenado a cargar el peso de los cielos, a quien se presenta como hijo de Zeus, por lo que no es bien recibido ya que un Oráculo había anunciado al titán que un hijo de Zeus llegaría para robarle las manzanas del jardín de las Hespérides, manzanas que tenían el don de la inmortalidad. Perseo se siente amenazado, le muestra la cabeza de Medusa y Atlas se convierte en piedra, exactamente en la cordillera que lleva su nombre en África. Por el camino va mostrando la cabeza de Medusa a diestro y siniestro y todos sus enemigos quedan petrificados. Cuando Perseo entrega la cabeza de Medusa a Atenea ella la coloca en su escudo convirtiéndola en su emblema.
El hecho de que Atenea pusiese la cabeza de Medusa en su escudo se perpetuó en el tiempo y muchos conquistadores adoptaron ese gesto de llevar entre su panoplia una representación de Medusa para amedrentar a sus contrarios.
Al final, se cumple la profecía y Perseo mata accidentalmente con un disco a su abuelo, el Rey de Argos, mientras participaba en unos juegos.
¿Si tuviera que elegir una Medusa de antaño? La pintura de Rubens “Cabeza de Medusa”. También es deliciosa la escultura de Dalí “Perseo-homenaje a Benvenuto Cellini”
_Aquí un semblante de mujer, con serpentinos rizos_ Lo que humaniza y armoniza la contorsión es el matiz melodioso de la belleza lanzada a través de la oscuridad y el resplandor del dolor, escribía el romántico Shelley ante una Medusa, atribuida durante largo tiempo a Leonardo, en la Galería de los Uffizi. Lo podría haber sentido ante las interpretaciones de Medusa que ahora vemos en el Museo: Sobre párpados y labios parece yacer cual sombra la hermosura. Sea cual sea la intención del creador, su horror y su belleza son divinos. No son coronas envenenadas de serpientes sino mujeres africanas luciendo esos tocados que se montan en sus cabezas con un trozo de tela para ir a las liturgias dominicales de tradición negra. No son coronas envenenadas de serpientes sino evocadores nidos de pájaros.
Y a otro le parecerá otra cosa en MUGALARI.info
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