Leo en el artículo de Iban Gorriti La guerra contra el analfabetismo en el frente publicado hoy: En días de contienda civil se creó un ‘marco de guerra’ más: activar los recursos y dotar de herramientas para que todos los gudaris aprendieran a leer y recibieran conocimientos de cultura. [...]
de memoriasdelaguerracivil.blogspot |
Es el caso del batallón Leandro Carro, del Partido Comunista de Euskadi, que solicitó a la Comisión de Enseñanza Elemental del Gobierno provisional de Euzkadi, con fecha del 22 de marzo de 1937, una subvención económica para la apertura de una escuela en la que formar en la lectura, escritura y cálculo a 48 gudaris.
Y he recordado cómo habló Federico en defensa del "acceso a la cultura" al inaugurar la biblioteca de Fuente Vaqueros, su pueblo natal, en 1931:
¡Libros! ¡Libros! Hace aquí una palabra mágica que equivale a decir: ‘amor, amor’, y que debían los pueblos pedir como piden pan o como anhelan la lluvia para sus sementeras. Cuando el insigne escritor ruso Fedor Dostoyevsky, padre de la revolución rusa mucho más que Lenin, estaba prisionero en la Siberia, alejado del mundo, entre cuatro paredes y cercado por desoladas llanuras de nieve infinita; y pedía socorro en carta a su lejana familia, sólo decía: ‘¡Enviadme libros, libros, muchos libros para que mi alma no muera!’. Tenía frío y no pedía fuego, tenía terrible sed y no pedía agua: pedía libros, es decir, horizontes, es decir, escaleras para subir la cumbre del espíritu y del corazón. Porque la agonía física, biológica, natural, de un cuerpo por hambre, sed o frío, dura poco, muy poco, pero la agonía del alma insatisfecha dura toda la vida.
Y, al leer la alocución de García Lorca he recordado un chiste que leí una vez. Dicen que en la URSS a los colegiales se les decía una y otra vez que Lenin era un lector voraz y se les repetía el consejo que este daba a los jovenes: "¡Estudiar, estudiar y estudiar! Creo además que es el lema que aparece en la universidad de Moscú. Lo he buscado, el chiste, porque no lo recordaba del todo bien. Me ha costado encontrarlo pero, es domingo y tengo tiempo... Lo recoge el filósofo Slavoj Žižek en El acoso de las fantasías. Y leo, con grata sorpresa, que actualmente este es Director Internacional del Instituto Birkbeck para las Humanidades, Birkbeck College - Universidad de Londres, donde mi hermana estudió Historia de la Musica: Those were the days!
Leo, con gozo, en el artículo de Gorriti que la prensa nacionalista vasca destacaba “de forma singular” -analiza la investigadora- certámenes y concursos como el Día de la Poesía vasca, organizada por el Euzko Gudarostea, en honor y memoria del sacerdote José de Ariztimuño Aitzol, primer organizador de la convocatoria. La radio, los altavoces del frente, el cine... facilitaron también la cultura en tiempos tan difíciles. “La educación en el terreno de lo social no se ha caracterizado nunca por combatir y librar retos fáciles, sino por desarrollarse en contextos y circunstancias adversas y no siempre favorables para el trabajo del educador”, concluye Rekalde
Lizardi, Rimbaud etorri duk hitaz galdezka
eta gu ere hire zain geundela
esan zioagu
ez hitzela aspaldi azaldu
etxetik
eta belatzean eseri gaituk denok
erlojuak janez
baina mezularia bidali diagu Alosko torrea
eskilara luzetan
beleak uxatzen
ote hintzen ikus zezan
gero kanpaiak entzun dizkiagu
zakurrak zaunkaka
orduan sortu haiz bidetik
balantzaka
eta hirekin aurrez aurre jarri garenean
zerraldo erori haiz gure oinetan
eta gorpu gogor hintzen
udazkenaren tronoan
hertsi dizkiagu begiak
adiosik ez
eta goizaldean
muxika hezur batetan sarturik
o petit poete
pirotekniarik gabe lurperatu haugu
baratzan.
Lizardi, vino Rimbaud preguntando por tí, y le dijimos que también nosotros te esperábamos, que hacía mucho tiempo que no aparecías por casa y nos sentamos sobre la hierba a comer relojes y enviamos mensajeros a la torre de Alós, por ver si estabas ahuyentando cuervos en aquellas largas escaleras. Luego escuchamos la campana, los ladridos de los perros. Surgías de pronto en el camino, tambaleándote. Estabas por fin entre nosotros pero sólo eras un cadaver sentado en el trono de un otoño ya perdido. Alguien cerró tus ojos. Adios, adios, y amanecía sobre las zanahorias, sobre la huerta cuando te enterrabamos, oh petit poete, sin canciones, sin cohetes, colocado cuan largo eras entre los terciopelos de un hueso de albaricoque.
Con letra de un poema de Bernardo Atxaga, la canta Mikel Laboa.
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