Navega el navegante, aunque sepa que jamás tocará las estrellas que lo guían

¡Salud a la cofradía trotacalle y trotamundo!


jueves, 17 de marzo de 2011

señora mariposa, No te mueras


El cielo del invierno es
una tabla de plomo



En Nagasaki a principios del siglo XX

«Me gustan los seres que tienen un corazón como el nuestro, hechos de esperanzas e ilusiones, que tienen destellos de alegría y horas de melancolía, que lloran sin chillar y sufren con amargura interior » Sobre Butterfly ¿Puccini?





ACTO I

Una casa japonesa situada en medio de los jardines de una colina.

Goro, el casamentero, conduce al oficial de la marina estadounidense F.B. Pinkerton a través de distintas habitaciones y le describe sus comodidades.

Goro golpea las manos y aparecen Suzuki y dos sirvientes que saludan sumisos y ceremoniosos al norteamericano. La única que habla es Suzuki, elegida como doncella de la futura ama de casa, cuya excesiva locualidad provoca una cierta incomodidad en Pinkerton. Goro los despide. Pinkerton recibe a Sharpless cónsul de su país, que asciende por la colina. Pinkerton le informa que -de acuerdo con el derecho japonés- ha adquirido la casa por 999 años, pero el contrato puede ser rescindido en cualquier momento. Goro les ofrece bebidas. Los dos norteamericanos celebran un brindis por el joven intrépido oficial, dueño del mundo y que por doquier encuentra aventuras de todo tipo. El cónsul le hace una ligera reflexión: ¿esta vez no ha ido demasiado lejos en su juvenil ligereza?. Pinkerton ríe, travieso. Le espera la felicidad de un tierno amor. Ha adquirido una esposa, también por 999 años -según la ley japonesa- y podrá abandonarla cuando lo desee, si se harta de ella.

Mientras suenan unos compases del himno nacional ambos brindan por Estados Unidos. Goro el casamentero, entra corriendo anunciando la llegada de la novia, que ha querido hacer una entrada solemne, acompañada de sus parientes y amigas, que molestan a Pinkerton por su constante parloteo. Butterfly se presenta ante Pinkerton, que le hace algunas preguntas; ella responde que, pese a su origen familiar noble, se ha visto obligada a trabajar como geisha a causa de su ruina económica. Se considera ya casi una anciana porque ya ha cumplido quince años. El cónsul e incluso el propio Pinkerton quedan impresionados ante la sencillez y la belleza de la muchacha.

Llega ahora el comisario imperial asi como el oficial del registro civil. Pinkerton se rie de las escenas pintorescas que está presenciando, pero Sharpless le recuerda que Butterfly se está tomando la ceremonia en serio. Pinkerton se dirige a la que ahora es legalmente su esposa y ésta, dulcemente, le pide permiso para meter en la casa sus recuerdos personales. La novia extrae algunos objetos de entre sus mangas y se los entrega a Suzuki para que los guarde. Pinkerton observa con curiosidad. Lo último es un estuche alargado que la joven manipula con cierto misterio. Goro aprovecha un instante en que Butterfly se ha apartado para revelar el secreto: se trata de un puñal que el Mikado envió al padre de Butterfly para que se hiciera el hara-kiri. Butterfly continúa hablando con Pinkerton y le confiesa que, que por amor hacia él, ha estado en la misión y se ha convertido al cristianismo.

Se verifica finalmente la ceremonia de boda y Butterfly, encantada, firma el acta matrimonial, haciendo notar a sus amigas que no deben llamarla Madama Butterfly, sino Madame B.F. Pinkerton. Todos brindan; de pronto se oye llegar a un tío de Butterfly, es bonzo budista, que se enfrenta con su sobrina y la cubre de improperios por haber renegado de su fé y haberse hecho cristiana. La maldice a gritos. Pinkerton expulsa de su casa enérgicamente al sacerdote y a su séquito. Sin embargo, por largo rato se escuchan los agudos denuestos: « Ti renneghiamo! » (¡Eres repudiada!). Pinkerton trata de serenar a Butterfly. La noche cae.

ACTO II

Han transcurrido tres años. Después de pasar unos meses con Butterfly, Pinkerton la abandona. Butterfly vive sola en la casa de la colina con Suzuki y el niño nacido después de la partida de su padre y de cuya existencia éste no sabe nada. Antes de partir le dejó la casa y una sustanciosa suma de dinero que le ha permitido vivir sin problemas, pero ahora el dinero está ya casi agotado y Butterfly sigue sin tener noticias alguna del paradero de su esposo. Llega a la casa el cónsul americano, Sharpless, acompañado del alcahuete Goro, que está rondando la casa, pues hay un príncipe japonés riquísimo, Yamadori, que se ha prendado de Butterfly y esta pagando a Goro para que le propicie a la muchacha. Esta recibe siempre al alcahuete con caras destempladas y no acepta sus propuestas. Sharpless trae una carta de Pinkerton, pero cuando trata de leerla, Butterfly, presa de una enorme excitación, le interrumpe a cada paso; el patetismo del amor y la fé de la muchacha hacen mella en el cónsul, que no sabe como darle la noticia de que Pinkerton se ha casado y no tiene la menor intención de volver con ella aunque va a llegar a Nagasaki próximamente. Butterfly le pregunta al cónsul cuándo hacen el nido los petirrojos en América, porque Pinkerton le prometió volver en tal momento. Sharpless le confiesa a Butterfly que no sabe ornitología y ella sólo entiende que el cónsul no sabe la respuesta

Llega entonces, el príncipe Yamadori, que aunque recibido con amabilidad, Butterfly le rechaza tajantemente la propuesta de matrimonio con el consiguiente disgusto de Goro que trata de explicarla la invalidez de su matrimonio con el americano; ella piensa lo contrario al saber que en Estados Unidos no se pueden divorciar echando a la mujer de casa como en Japón. Ordena a Suzuki sevir el té interrumpiendo a Sharpless que trata de explicarla lo inexacto de esa afirmación.

Yamadori se vá y entonces Sharpless consigue por fín que Butterfly oiga la carta, pero sólo a medias pués ella sigue interrumpiendole. El cónsul enfurecido la pregunta entonces que hará si Pinkerton no vuelve; ella responde con extraña tranquilidad que cantaría por las calles para malvivir o mejor se suicidaría. Sharpless le aconseja su unión con Yamadori, pero ofendida y olvidando su cortesía despide al cónsul de la casa. Más tarde, se excusa preguntándole por la posibilidad real de que Pinkerton la olvide, y contándole el fruto que tuvo con él: un niño que ni Pinkerton ni el cónsul conocían. Sharpless se vá molesto por el descubrimiento y promete contárselo al marino.

Entra en escena Suzuki, que perseguía a Goro por el jardín; quedan las dos mujeres solas cuando se percatan de la llegada de una nave al puerto al oir un cañonazo: es la fragata Abraham Lincoln de Pinkerton. Comienza la espera del regreso esperado, que hasta la propia Suzuki empieza a creer.

ACTO III

Llega la mañana, Pinkerton no ha aparecido. Suzuki se despierta con un sobresalto y convence a Butterfly que se retire a descarsar con su hijo. Más tarde entran Pinkerton y el cónsul que quieren hablar aparte con Suzuki para que entre todos convenzan a Butterfly que entrege a su hijo al matrimonio de Pinkerton y Kate, su nueva esposa. Suzuki entra en la casa y le promete a Kate que intercederá para que Butterfly sufra lo menos posible y entrege a su hijo. Entretanto Sharpless recrimina a Pinkerton su actitud pasada, mientras, éste no se atreve a enfrentarse a Butterfly lleno de remordimientos y desesperación.

De repente entra Butterfly y viendo la tensión de todos, comprende la situación sobretodo al ver a Kate en el jardín. Esta se presenta y Butterfly la promete entregar al niño si es Pinkerton quien viene a buscarle.

Kate y el cónsul se marchan y Butterfly ordena a Suzuki vaya a cuidar al niño y la deje sola. Suzuki no quiere obedecer pues sabe que su proposito es suicidarse. Y así es, la japonesa saca el cuchillo de su padre leyendo su inscripción que recomienda «morir cuando no se puede vivir sin honor». Pero en eso entra el niño en la sala y detiene por un momento a Butterfly de su intención. Lo abraza y le pide que nunca la olvide; le envia a jugar y ocultándose detrás de un biombo se hace el Hara-Kiri. Con sus últimas fuerzas se arrastra hacia su hijo por última vez. Desde fuera se oyen los gritos de Pinkerton que entra precipitadamente en la casa justo cuando Butterfly agoniza. Sharpless recoge al niño; Pinkerton llora amargamente sobre el cadáver de su fiel esposa japonesa.(www.opera2001.net)




降る雪や

明治わ遠く

なりにけり




Furu Yuki ya

Meiji wa tooku

Narinikeri




Cae la nieve

¡Que lejana parece

La epoca Meiji!






1 comentario:

Anónimo dijo...

¡Jo! Antes se hacían el harakiri por nada.

Carlota