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miércoles, 13 de octubre de 2010

que verde era mi valle



Los hombres crecen bajo tierra

Luis Urzua Iribarren, de 54 años, jefe de turno, asumió el mando nada más producirse el accidente. Lleva 31 años como minero y dos en San José. Por su condición de lider será el último en abandonar la mina.

A veces un viento hullero trae el saludo de la mina a los desertores.
Los árboles del cementerio transmiten su mensaje enloquecido.
A veces la lluvia lava el ya oxidado adorno de níquel.
Un hilo de agua corre como la baba útil de la muerte.
En los días que siguen el cementerio registra los espléndidos llantos.
Algo queda en el aire de vital, algo queda que recuerda lo que ha de suceder,
algo queda que nos hace pensar en lo que aún no ha acontecido,
algo queda que nos relata un hecho que ocurrirá mañana.
Uno tiene ganas de gritar: ¡Vuestras mujeres no olvidan,
vuestros compañeros no olvidan,
vuestros poetas no olvidan!

De todas maneras cada semana la flor anuncia un constante recuerdo.
Si está sola su insistente perfume se reparte y murmura:
Camaradas, vosotros estáis ahí.


Raúl Gonzalez Tuñón



3 comentarios:

Anónimo dijo...

Junto con la de "El hombre tranquilo", ésta es una de mis películas favoritas de todos los tiempos del cine.
Con unos diez años me leí la novela de "Cuán verde era mi valle" y no la podía soltar ni para comer de lo emocionante que me pareció. Preciosa la novela y preciosa la película que hicieron de ella.
Con mucho mérito por entresacar belleza de un trabajo tan duro.
El acoso laboral y el ambiente laboral que se ha endurecido tanto en los últimos treinta años es imposible que se produzca en la minería, al menos algo positivo: como falle uno, fallan todos y el compañerismo se hace obligatorio en condiciones extremas (los humanos, en contadas ocasiones, son sabios).
Muchas gracias por hacerme volver a mis recuerdos. Un saludo, Anisia

CBM

Anónimo dijo...

Pastoral de Chile
XI

Que griten, que se emborrachen, que se vuelen de júbilo
que silben de alegría todos los habitantes de Chile
como corderos saltando en el pasto
como fuegos artificiales
Que enloquezca de tanto reirse cuanto sea que ahora
viva
los desiertos del corazón y las nieves del alma
la soledad que canta
y en la dichosa asciendan juntos sentimientos y paisajes
glaciares de la Antártica y glaciares de la mente
piedras de Chile y corazones de piedra
Que la luz nos derrita los ojos y se nos quemen las manos
sólo porque estamos contentos
y que por eso se nos empañen las pupilas
y se nos vayan de fiesta los brazos y las piernas
Porque lo que moría renació y lo vivo vivió dos veces
Porque volvió a brotar el amor que nos teníamos
y ahora caminas libre por las calles
tú que estabas cautiva.

Raúl Zurita

Anisia Serendipia dijo...

¡Que preciosidad tan adecuada para el día de hoy!. "La poesía es un sueño del que no puedes despertar".
Muchas gracias.