Navega el navegante, aunque sepa que jamás tocará las estrellas que lo guían

¡Salud a la cofradía trotacalle y trotamundo!


domingo, 24 de octubre de 2010

y mientras te transformas de polvo en amapola


24 de octubre día internacional de la biblioteca


y al principio fue












y en nuestros días

bilbioteca sonora de los poetas


El optimismo histórico

Yo sé que todo cambia,
que nada se detiene.
Ni un árbol se detiene
y aun la piedra es viajera.
La soledad no existe, el mundo es compañía.
Ni la muerte está sola.
Todo lo que es es lucha.
soy inmortal pues paso, sólo la estatua queda.
¡y aun ella se mueve!

En vano os empeñéis
en detener la Historia.
Sé que llegará un día.
¿También lo sabe el sol!

Raúl González Tuñón

2 comentarios:

Anónimo dijo...

http://elblogdelabibliotecaria.blogspot.com

Habla Cleopatra

Ptolomeo I, mi antepasado, era un hombre culto enamorado de los libros y quería tenerlos todos, de todas partes del mundo y no cejó hasta crear la Biblioteca Real en Alejandría, la terminó su hijo Ptolomeo II casi 80 años después de la muerte de Alejandro, la cual fue creciendo poco a poco hasta tener más de 700.000 libros. Y por qué yo Cleopatra os cuento todo esto, ahora que soy feliz, es porque mi paraíso que era la Biblioteca Real fue destruido por una guerra en mi nombre. Porque en la biblioteca Real me formé en cuerpo y alma y para mi cualquier biblioteca encierra el tesoro, el elemento más importante del hombre que es el conocimiento.
Alejandría se convirtió con el tiempo en el templo de los hombre sabios, de los médicos, de los estudiosos, los matemáticos y la dinastía macedonia defendió siempre la libertad de todos los inmigrantes hasta de los soldados de cualquier origen y mercenarios. En los desfiles reales había bellas mujeres indias, vacas de pura raza de aquellos lares y paseaban por la ciudad monjes budistas. Alejandría era la Ciudad Abierta donde se hablaban muchas lenguas de las cuales he aprendido más de siete. Yo entiendo muy bien la pasión y el amor de Ptolomeo II por los libros y que diera dinero a Atenas para que le prestaran bajo fianza numerosos incunables y que después sólo devolviera las copias a cambio de perder la fianza de toneladas de plata. Los barcos que pasaban por los Puertos eran registrados y todos sus libros confiscados se estudiaban si no se tenían se hacían copias y se entregaban las copias a sus dueños y si sí se tenían se devolvían. Entonces se etiquetaban como “fondos de barcos” con el nombre del dueño si se conocía, el del autor, el del editor si eran mezclados symmigeis o no mezclados amigeis distinguiendo si contenía más de una obra o sólo una y finalmente el número total de líneas de texto que los componía luego se llevaban a los anaqueles de almacenes hasta su destino final la Biblioteca.Se pagaban 28 dracmas por 10.000 líneas de copistas y escribanos. Existía un libro de registro de entrada de los libros y un inventario para ayudar a los estudiosos y lectores y una guía crítica del contenido del libro. El edificio estaba al lado del puerto muy cerca del Arsenal y esa proximidad en su localización fue su desgracia como ahora relataré.
/.../
Y en Tarso refugiada bajo su cobijo él comprendió que algo había que hacer con mi añoranza por los libros perdidos que no se compensaban ni con tesoros, oros, poderes o reinos, y es allí cuando urde el plan. Y después de 4 años de ausencia me dio el mejor regalo de todos los tiempos, y juntos después de la victoria de Armenia volvimos con nuestros tres hijos a Alejandría y para celebrarlo llevábamos en nuestros barcos los 200.000 ejemplares de la Biblioteca de Pérgamo, la del Rey Attalo, para llenar de nuevo el gran vacío de Alejandría, me regalaba la que había sido la segunda biblioteca más importante del mundo y todo para hacerme feliz. Y créanme que lo fui.

Anisia Serendipia dijo...

Visto en http://quatremots-anamariallopis.blogspot.com/

Habla Cleopatra

Ptolomeo I, mi antepasado, era un hombre culto enamorado de los libros y quería tenerlos todos, de todas partes del mundo y no cejó hasta crear la Biblioteca Real en Alejandría, la terminó su hijo Ptolomeo II casi 80 años después de la muerte de Alejandro, la cual fue creciendo poco a poco hasta tener más de 700.000 libros.
/.../
Y por qué yo Cleopatra os cuento todo esto, ahora que soy feliz, es porque mi paraíso que era la Biblioteca Real fue destruido por una guerra en mi nombre. Porque en la biblioteca Real me formé en cuerpo y alma y para mi cualquier biblioteca encierra el tesoro, el elemento más importante del hombre que es el conocimiento. Alejandría se convirtió con el tiempo en el templo de los hombre sabios, de los médicos, de los estudiosos, los matemáticos y la dinastía macedonia defendió siempre la libertad de todos los inmigrantes hasta de los soldados de cualquier origen y mercenarios.
/.../
Afortunadamente Julio César que venía persiguiendo a Pompeyo por estas aguas al llegar a Alejandría se entera de que ha muerto Pompeyo y más tranquilo decide defenderme y restaurarme en el poder pero cuando se ve en una emboscada marina decide prender fuego a todos los barcos fondeados en el mar muy cerca del puerto en lo que se llamó la guerra de Alejandría y sin querer las llamas volaron más allá de su objetivo y prendieron fuego a los tejados del arsenal y una gran ventisca alcanzó también a la Biblioteca y sus tesoros y César en su barco escapó hacia la isla del Faro. Vivimos juntos Julio César y yo dos años en Roma tuve un hijo suyo, pero luego volví a Alejandría. Se salvó mi reino pero se perdió mi alma en el dolor y la desesperación de los libros perdidos, tan es así que cuando me enamoré perdidamente de Marco Antonio sucesor de César y él de mí, a pesar de nuestro gran amor, aún estaba esa tristeza en mis ojos instalada, prendida…Y en Tarso refugiada bajo su cobijo él comprendió que algo había que hacer con mi añoranza por los libros perdidos que no se compensaban ni con tesoros, oros, poderes o reinos, y es allí cuando urde el plan. Y después de 4 años de ausencia me dio el mejor regalo de todos los tiempos, y juntos después de la victoria de Armenia volvimos con nuestros tres hijos a Alejandría y para celebrarlo llevábamos en nuestros barcos los 200.000 ejemplares de la Biblioteca de Pérgamo, la del Rey Attalo, para llenar de nuevo el gran vacío de Alejandría, me regalaba la que había sido la segunda biblioteca más importante del mundo y todo para hacerme feliz. Y créanme que lo fui.