Endika Basagureren helmugak, exposición de Endika Basaguren en el Museo de Arte e Historia de Durango. Hasta el 1 de mayo de 2017.
MIS OJOS, QUE CODICIAN COSAS BELLAS_ Nací cerca de un río, aunque no me acuerdo de ese río sino del mar. Breaking news: Anuncian el sí en el referendum propuesto por Erdogan, expurgador de maestros y periodistas, tutor desde marzo de 2016 de todos esos hermanos nuestros de países lejanos que quisieron llegar a Europa a través del mar Egeo; Corea del Norte exhibe ostentosamente toda su panoplia; un convoy de autobuses cargado de niños y abuelos que intentaba escapar de Alepo, reventado; al otro lado un charlatán fardando de la madre de todas las bombas… inquieta la posibilidad de que el Armagedón esté ya demasiado cerca. De pasada, en el mismo parte oigo decir al inspector Fran, de la comisaría de la barriada de El Príncipe en Ceuta: en El Príncipe todo termina en agua salada, esto es, en lágrimas o en el mar. Añaden: esperamos su pronta recuperación; y pienso que algo ha debido pasarle al actor. Si, operación de urgencia a causa de un infarto. A Fran se le ha roto el corazón. Serendipias de la vida, a José Coronado me lo he encontrado en tres ocasiones, por eso sé lo guapo que es. La última, con motivo de la presentación de su película La dama boba y las otras dos con la de La vida mancha. La vida, la vida es solo un día recuerdo, y evoco aquel poema del inolvidable José Hierro que habla de la fugacidad de la misma: Acelerando.
_La primavera vuelve más deprisa cada vez. ¿cómo me pondré al corriente con la rosa?_ Hace exactamente un año, este mismo Museo albergó la exposición Antropía de Urtzi Cano. También me llevó al mar, al mar Egeo. Poco después albergó una pequeña frontera, la de Iñigo Garatu, con la que pretendía denunciar, como ahora Endika con sus aguas de luces navegantes, esta sociedad inmisericorde.
_Fuocoammare (fuego en el mar)_Como ya nos introduce Garazi Arrizabalaga en el catálogo de la presente exposición, el mar ha sido desde los albores de la humanidad un motivo recurrente en el arte y ya los helenos decoraban sus objetos con las leyendas del viaje de regreso del astuto Ulises a Itaca, una isla en ese brazo del Mediterraneo que es el mar Jónico. Ese mar nuestro en el que según cifras de Acnur en 2016 murieron más de 5000 personas en su intento de alcanzar las costas europeas. Entonces, montones de chalecos salvavidas como esos que inquietaron a Endika se amontonaron en las playas de la isla de Lesbos y fueron a parar al vertedero de Molevos. Poco después, voluntarios en la zona comenzaron a usar la goma espuma interior para realizar colchones aislantes para que los refugiados de los campamentos griegos no durmiesen sobre el suelo mojado.
Helmugak (fronteras): El mar, azul y prodigioso; playas y altamares, de acuarela, aguadas y bolígrafo bic. Mar Mediterráneo entre África y Lampedusa; su brazo, el mar Egeo, entre Grecia y Turquía. Y voy a recordar lo que decía el poeta Georges Seferis: El hombre en todas las edades es un niño: la ternura y la brutalidad de la cuna; a lo demás le pone límite la mar, como a la orilla, a nuestro abrazo y al eco de nuestra voz.
Acelerando [comprimido]: Aquí, en este momento, termina todo. Nos besamos a carne viva, ya es hora…Ya es hora de volver a casa…. Espera, me dijo- Regresó vestida de otro modo, con flores en el pelo. Nos esperaban en la iglesia… Mujer te doy. Bajamos las escaleras del altar. Y el mar estaba allí… Olvidado y apetecido tanto tiempo. Allí estaba azul y prodigioso. Y ella y yo solos. Dònde está la noche aquella, la de ayer… Preguntábamos al subir a la casa, abrir la puerta, oír al niño que salía, ¿Donde la noche, donde el mar azul? los niños, quienes son – que hace un instante no estaban- los niños aplaudieron muertos de risa “qué ridiculos, papa, mama”. A la cama, les dijo, con ira y pena . Yo bese la frente de ella, los ojos con arruga cada vez más profunda. Dónde la noche aquella. Has sido duro con los niños. Abrí la habitación de los pequeños, volaron pétalos de lluvia. Ellos estaban afeitándose, ellas salían con sus trajes de novia. Se marcharon los niños-¿porque digo los niños?- con su amor, con sus noches de estrellas, con sus mares azules… Dónde, dónde la noche aquella, donde el mar… Qué ridículo todo: este momento detenido, este disco que gira y gira en silencio, consumida su música.
La vida es solo un día, dijo un poeta inglés, una frágil gota de rocío en su peligroso camino desde la cima de un árbol. Una aberración de camino sin duda para muchos, que me ha hecho recordar aquellas lejanas líneas de Flaubert que Marguerite Yourcenar volvió famosas en las inolvidables Memorias de Adriano:
Los dioses no estaban ya, y Cristo no estaba todavía, y de Cicerón a Marco Aurelio hubo un momento único en que el hombre estuvo solo.
Y a otro le parecerá otra cosa en MUGALARI.info
16 de abril de 2017
La ola se detenía y después volvía a retirarse arrastrándose, con un suspiro como el del durmiente, cuyo aliento va y viene en la inconsciencia_ Con la presente me gustaría sumarme, ya fuera de convocatoria, a su proyecto de colaboración artística “Tejiendo las mareas 2.0”. Una vez pinté para regalar a una niña cuyo padre es pescador una versión acrílica de la Flotilla que Paul Klee pintó en 1925. Una acuarela y “dibujo de transferencia” que me ha recordado el uso de boli Bic por Endika.
by Anisia Serendipia (19 de abril de 2017) |
Vayan a verla. A tejer las mareas. Hasta el 1 de mayo.
20 abril de 2017
. Tal vez fuera espectro.
Porque eran miles de kilómetros
los que nos separan de las olas.
Y lo peor: miles de días pasados y futuros nos separaban.
Descendían en la sombra de las escaleras.
Dios sabe a dónde conducían. Qué más da. "Ya es hora
- dije yo -, ya es hora de volver a casa".
Ya es hora. En el portal, "Espera", me dijo. Regresó
vestida de otro modo, con flores en el pelo.
Nos esperaban en la iglesia. "Mujer te doy". Bajamos
las gradas del altar. El armonio sonaba.
Y un violín que rizaba su melodía empalagosa.
Y el mar estaba allí. Olvidado y apetecido
tanto tiempo. Allí estaba. Azul y prodigioso.
Y ella y yo solos, con harapos de sol y de humedad.
"Dónde, dónde la noche aquella, la de ayer...?" preguntábamos
al subir a la casa, abtrir la puerta, oir al niño que salía
con su poco de sombra con estrellas,
su agua de luces navegantes,
sus cerezas de fuego. Y yo puse mis labios
una vez más en la mejilla de ella. Besé hondamente.
Los gusanos labraron tercamente su piel. AL retirarme
lo vi. Qué importa corazón. La música encendida,
y nosotros girando. No: inmóviles. EL cáliz de una flor
gris que giraba en torno vertiginosa.
Dónde la noche, dónde el mar azul, las hojas de la lluvia.
Los niños - quiénes son, que hace un instante
no estaban-, los niños aplaudieron, muertos de risa:
"Qué ridículos, papá. mamá". "A la cama", les dije
con ira y pena. Silencio. Yo besé
la frente de ella, los ojos con arrugas
cada vez más profundas. Dónde la noche aquella,
en qué lugar del universo se halla. "Has sido duro
con los niños". Abrí la habitación de los pequeños,
volaron pétalos de lluvia. Ellos estaban afeitándose.
Ellas salían con sus trajes de novia. Se marcharon
los niños - ¿por qué digo los niños? - con su amor,
con sus noches de estrellas, con sus mares azules,
con sus remordimientos, con sus cuchillos de buscar pureza
bajo la carne. Dónde, dónde la noche aquella,
dónde el mar... Qué ridículo todo: este momento detenido,
este disco que gira y gira en silencio,
consumida su música.
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