Navega el navegante, aunque sepa que jamás tocará las estrellas que lo guían

¡Salud a la cofradía trotacalle y trotamundo!


domingo, 13 de febrero de 2011

MODE france, edición especial siglo XXI, Mariantonieta en contraportada (2)

mariantonieta´s fashion week 2011:
una María Antonieta de película




el mundo de Sofía

Maria Antonieta a través de sus ojos


"Gentil el paso mide, su cuello real erguido, sonriente y desdeñosa su linda boca en flor; paloma de alabastro que tiene de oro el nido."




"De raso azul vestidas están las bellas damas, entre tapices llenos de asuntos de Watteau; la reina danza alegre, sus ojos son dos llamas; habrá lirios como ella, pero más blancos, no.""Por solo afán, el gozo y el triunfo y el amor; el gran reino de Francia posee a sus pies rendido, el pueblo está allá abajo y arriba está el Señor." (versos de RubénDarío delpoema "el minué")


el cuello blanco

"Tanto Luis XVI y sus ministros, por ende, la privaron desde su comienzo de reinado de toda ambición política para apoyar en cambio, su inclinación artística, desarrollada a partir de sus 15 años en el palacio. Allí dedicó todo su tiempo a los jóvenes artistas y artesanos de la época, estando alerta a las modas e ideas nuevas, deseosa de escapar de la etiqueta de Versailles. Por eso no le fue difícil llevar una vida llena de refinamientos, alternando frivolidad con toques de educación austríaca a la vez. Atenta a la modernidad tuvo iniciativas certeras en el arte decorativo, la música y la moda, y el teatro, fundando, a la larga, un estilo que hoy lleva su nombre. Un estilo controvertido entre los estudiosos de estéticas reales, que los más conservadores consideraron kitsch y de dudoso gusto caprichoso. Ese es, precisamente, el toque que más admiran los más jóvenes.

Especialmente los modistos
(Creo que el vestido es de Galiano para Dior. Los zapatos con de Christian Louboutin)

La austríaca inspiró y dirigió a los mejores artesanos y orfebres, según sus vaivenes del diseño antojadizo y transgresor. Recluida en su refugio, el Petit Trianon, su pequeña Viena, como llamaba al espacio que su esposo el rey le regalara, el lugar se convirtió no sólo en usina de las artes y las letras, sino escenario de fiestas imaginativas y, a la larga, causa de todos sus males. En 1789 la pareja real no había comprendido el sentido de los acontecimientos. Poco inclinados a modificar su ritmo de vida, zarandeados por los intereses políticos, e inhábiles para las tentativas de conciliación, o de una fuga, cristalizaron, en cambio, el odio. Una vez muerto Luis XVI, el luto impuso a María Antonieta una creciente dignidad, a la vez que horas cada día más sombrías hasta que llegó su fin, en el patíbulo." (Página 12)



(ángel caído) con la dulce y real paloma subid a la guillotina


jattes tétons




Cerca de 300 obras procedentes de toda Europa formaron parte de una exposición celebrada en el Grand Palais de París en 2008 dedicada a María Antonieta. Entre las que más interés despertaron, un tazón modelado en forma de pecho, creado para ella por la fábrica de porcelana francesa de Sèvres, que se apoya en un trípode decorado con cabezas de cabras esculpidas en bronce y que, según la leyenda, habría sido modelado sobre el propio pecho desnudo de la reina. (interesados en saber mas de sus objetos: Marie France-Boyer, "Les Lieux de la reine", publicada por Thames & Hudson, en inglés)


1862 Ladurée, fabricant de douceurs et gourmandises


Visita Ladurée

Los pasteles de colores empolvados que aparecen en la película procedían de Ladurée. Tras el éxito de ésta, la casa parisina propusó un té llamado Marie-Antoinette. Una infusión con dejes de rosa, jazmín, cítricos y miel.

Le Club

Posicionando el cursor sobre el título Visita Ladurée y pulsando, podrán visitar la preciosa pastelería y, si lo desean, hacerse miembro del club Ladurée, y recibir así periodicamente las últimas novedades así como recetas y trucos de la maison.

Visto en: en la Red
Precio: Free




LA ESCALINATA DE MÁRMOL (1852)

[La escalinata de mármol, cuento 39 recogido en "Misteriosa Buenos Aires". Un personaje que al morir se da cuenta de que es hijo de María Antonieta]

Ahora va a morir. Casi no puede moverse en el lecho, y sus labios, que tuerce la desesperación, no emiten más que un ronco gemido precursor de la agonía. En las sombras del cuarto, su familia solloza bajo las acuarelas románticas de navíos, de puertos, de tormentas, de velámenes henchidos por el vendaval. Vibra en la oscuridad la mancha blanca de los planos y los dibujos encrespados sobre la mesa. De afuera, de la calle de Santa Rosa que luego será Bolívar, viene el pregón de un vendedor de naranjas. Monsieur Pierre Benoit va a morir.
Y, como otras veces, la escalinata de mármol levanta frente a él la nobleza arquitectónica de sus verdes, sus negros y sus rojos. La escalinata... Hay en lo alto una decoración, un grupo dorado de niños... pero ¿qué sostienen?... a menudo ha tratado de reconstruirlo... Se angustia y tortura su memoria, mientras las mujeres de la familia se deslizan por la habitación, como breves tanagras, con frascos en las manos trémulas...
De toda su infancia, de todo aquel misterio, lo único que salvó fue la escalinata. Súbitamente, como ahora, se yergue ante él. Arriba está la áurea escultura. ¿A dónde conducen los anchos escalones? ¿Los ha visto? ¿Los ha soñado? Lo único que recuerda es que esa escalinata divide su existencia: por un lado, un mundo mágico; por el otro, la cotidiana realidad; y de este lado, al principio, el terror...
Las mujeres cuchichean. Monsieur Benoit apenas las distingue. Se borran, se confunden, como los proyectos que le encargó el Departamento Topográfico de Buenos Aires, como sus cuadros de veleros, como su sable de marino que pende junto al lecho, cerca de las miniaturas pintadas por él. En cambio la escalinata se perfila con nitidez maravillosa. Alza su orgullo de bronces y balaústres, como si fuera un manto pesado, de pliegues que se quiebran y refulgen con las estrías del verde y del púrpura, color del agua espesa, cargada de herrumbres de follaje, color del agua dormida en los hipnotizados estanques palaciegos. Y allá arriba... ¿No es una letra, una inicial, lo que los amores de carcaj sostienen, como si lo presentaran a quienes suben? Monsieur Benoit tiembla y las señoras le arropan bajo la suavidad de las vicuñas. Ha visto, enlazadas, las iniciales del Gran Rey. Quisiera poder decirlo a esas damas de su familia argentina, pero sus labios se niegan. Cierra los ojos, y cuando los reabre hay a su lado una señora de blanca peluca y falda ampulosa. De inmediato, le da un nombre: Madame de Tourzel, Madame la Marquise de Tourzel...
En la calle estalló un altercado soez entre un aguatero y la negra que vende mazamorra. Sus gritos gangosos atraviesan el patio hasta la cama del moribundo, y las señoras corren las cortinas de damasco rojo, sobre los postigos, para amortiguarlos.
Allá, los cortinajes eran azules y rosas. Madame de Tourzel... y el niño llevaba un traje celeste, con una faja y un gran moño al costado, como en el retrato... el retrato... aquel en que está con la adolescente rubia junto a un árbol del parque, y ambos juegan con un nido... Madame de Tourzel... Madame de Tourzel...
¡Ay!, si continúa desvariando, enloquecerá antes de morir. Hay que defenderse de la imaginación, cuando anda suelta y embarulla las estampas. Hay que pensar en cosas graves, porque ahora los minutos valen años. Hay que pensar... la vida... su vida...Su vida es también como una escalera y Monsieur Benoit la desciende vertiginosamente hacia la niñez, salvando las etapas que son como descansos.Primero recorre los últimos tres lustros, los que le inmovilizaron en el lecho, paralizadas las piernas. ¡Cuánto dibujó! ¡Cuántos planos nacieron bajos sus dedos hábiles! Desde que llegó a la Argentina, en 1818, no cesó de dibujar. Dibujó flores y animales extraños para el naturalista Bonpland; dibujó bellas fachadas para el Departamento Topográfico: edificios neoclásicos con frontones y columnatas, proyectos de canales, de muelles, de puentes, un mundo fantástico surgió de su pluma finísima, en la trabazón aérea de las cúpulas, de las torres, de los arcos. Antes, en Francia, había sido marino. Sirvió en las cañoneras del Emperador y en las goletas del Rey. Antes estuvo en muchas partes, en las Antillas, en Oriente, en Inglaterra, en Calais... Antes... antes había una terrible enfermedad, dolores agudos... una neblina que le sofocaba... Por más que se afanara en despejar las sombras que envolvían a su infancia, nada conseguía ver. Sin duda aquella enfermedad esfumó su memoria. Lo único que como un solitario peñón emergía en mitad del lago negro, era la escalinata de mármol. Y ahora la escalinata vuelve a apoderarse de su delirio, a colmar todo su campo visual, como si sólo ella fuera real y el resto no existiera. En el centro de la habitación, redondea sus ángulos multicolores, gira sobre sí misma, como una dama que hace una reverencia en la espiral del vestido de larga cola, y se alza, coronada por el oro de los capiteles empenachados. Pero esta vez hay algo más. Esta vez Monsieur Benoit ha descifrado el enigma de las iniciales de Luis XIV, y sabe que la mujer que junto a él está se llama Madame de Tourzel. Haciendo un esfuerzo, se incorpora. Del cuarto vecino entra una ráfaga de la conversación de los hombres que discuten el Acuerdo de San Nicolás, firmado hace tres meses y cuyos artículos irritan a la opinión del país.
–Aceptar a Urquiza –dice uno– es volver a Rosas. Monsieur Benoit no piensa ni en Rosas, ni en Urquiza, ni en Buenos Aires. Su voluntad se aferra a la escalinata del Gran Rey. Si no la sube ahora, antes de morir, no conocerá el reposo. Grada a grada, como los niños muy pequeños, inicia la ascensión. Su sombra infantil le precede sobre los peldaños. A su lado va la Marquesa de Tourzel. ¡La Marquesa de Tourzel, gobernanta de los hijos del Rey de Francia! Es como si dos alas diminutas le hubieran crecido en los pies. Echa a correr hacia arriba, y detrás oye el jadeo del aya bonachona.
La distribución del palacio se presenta a su recuerdo con sus detalles menores, como sifuera un plano de los que le encargó el señor Rivadavia para su Departamento de Ingenieros. Corriendo, corriendo, flotante la faja celeste, cruza la Sala de Guardias, la Antecámara, el Salón del Oeil-de-Boeuf, e irrumpe en la inmensa galería donde el sol incendia los espejos infinitos, bajo los techos cubiertos de escenas mitológicas. Es tal la excitación de Monsieur Benoit que los caballeros le rodean, en el lecho donde no puede hablar y donde sus uñas arañan los almohadones.
¡La Reina! ¡María Antonieta le tiende los brazos! Ahora reconoce a todo el mundo, a la Condesa Diane de Polignac, la fea, a la Duquesa Jules de Polignac, la hermosa, al Príncipe de Ligne, a la Princesa de Lamballe... Cada espejo es una hoguera quieta. En el parque se oculta un ejército de estatuas. Todo, lo ha reconquistado todo: la ventura y la desventura, la risa de su madre cuando jugaba con él en Trianon; la pachorra de su padre, que forjaba llaves bonitas como flores; las aclamaciones al paso de la carroza, en las calles de París; y el odio, el miedo, los insultos rabiosos; el populacho con hoces y cuchillos; las cabezas cortadas, chorreando sangre en las puntas de las picas; la prisión del Temple; la fuga en un canasto de ropa; la enfermedad, Inglaterra, el silencio sagaz de los fieles... Todo... todo le esperaba en lo alto de la escalinata que sólo hoy pudo subir...Una negra apareció en su cuarto y empezó a encender las velas en los fanales. En el patio, cantan los canarios de la pajarera.Monsieur Benoit mueve los labios penosamente. Figuras llorosas se inclinan en torno. El moribundo se ahoga. ¡Tiene tanto que decir! Y de repente recobra la voz, firme, lúcida. Pero entre las siluetas familiares apiñadas alrededor, asoman unos perfiles arcaicos, transparentes, de seres de flacura gótica, con espadas, coronas y cetros, unos seres rígidos y grises como estatuas de sepulcros. Uno le pone sobre la boca la mano abierta, que es como un ala de cristal.
–No digas nada –le murmura al oído. Y en el aposento de Buenos Aires cuyas cortinas diluyen el pregón del naranjero, ondula el coro doloroso de los viejos reyes que vienen del fondo de los siglos, con su carga abrumadora de pesares, de ambiciones, de secretos, de crímenes:
–No digas nada, no digas nada... Ven a reinar...
Luis XVII no dice nada. Tira hacia él la cobija, como un manto, cierra los ojos azules y baja solo la escalinata que se interna en el parque espectral, el parque donde los lebreles del Delfín ladran a la luna de hielo y donde los monarcas temblorosos se cuentan sus desilusiones.


Manuel Múgica Lainez

4 comentarios:

Anisia Serendipia dijo...

Rubén Darío escribió 4 sonetos para celebrar el aniversario de la Revolución Francesa en 1889: “El minué”, sobre los contrastes de la vida francesa a finales del Siglo XVIII, en este post. “El león”, sobre la toma de la Bastilla; “El cuello blanco” María Antonieta en la guillotina y “Suprema Lex” (en la entrada "y arranca, con la vida, la púrpura del rey"). Me ha sido imposible encontrar "el león" y "el cuello blanco", en mi casa por mi desorden,y en internet pq ¿no estará? Si alguien los tiene y me los escribe...
Muchisimas gracias

estrella dijo...

No conocía los poemas, pero no es de extrañar. La moda francesa del XVIII tiene bastante en común con su poesía.
Debí ser una niña perversa porque "La princesa está triste..." siempre me pareció ridícula.
Anisia, que el día de San Valentín te traiga amor para todo el año.

Anisia Serendipia dijo...

Muchas gracias. Lo mismo te deseo para tí. Que la estrella lo guíe hasta nosotras.

Cuando era niña a mí también me parecía muy "ridi", como se decía entonces. Luego me fue pareciendo muy divertida y ahora me parece un cuento muy bonito. Otros peor, que querían torcerle el cuello al cisne.
Un abrazo

Anónimo dijo...

bueno, bueno. Al parecer la vida de Maria Antonietta da para mucho. Lo más inesperado,al menos para mi, la aparición de un hijo en Buenos Aires A lo mejor el buen hombre moribundo tenía alucinaciones o ¿es real ? Anisia ERES UNA ARTISTA ENCONTRANDO DOCUMENTOS Vestidos preciosos, todo muy bonito