Navega el navegante, aunque sepa que jamás tocará las estrellas que lo guían

¡Salud a la cofradía trotacalle y trotamundo!


jueves, 24 de febrero de 2011

¡no le toques ya más, que así es la rosa!


“La blanca maravilla de mi pueblo guardó mi infancia en una casa de grandes salones y verdes patios. De estos dulces años recuerdo bien que jugaba poco y que era gran amigo de la soledad; las solemnidades, las visitas, las iglesias me daban miedo. Mi mayor placer era hacer campitos y pasearme en el jardín, por las tardes, cuando volvía de la escuela y el cielo estaba rosa y lleno de aviones”.





Premio nobel también famoso por un burrito y por sus excentricidades debido a su neurosis depresiva, cumple ahora uno de los sueños de Juan Ramón: la publicación de su libro "Arte menor", que él intentó en vida en dos ocasiones. Incluye 43 poemas inéditos de su juventud en los que se ve claramente su influencia en poetas como Lorca o Alberti.

"Rafael Alberti cuenta en "La arboleda perdida" su encuentro con el maestro de la nueva estética, y hace un cariñoso y desenfadado retrato de nuestro poeta:

"Como digo que por aquella época tenía aún Juan Ramón de negro violento la barba, un perfecto perfil de árabe andaluz y una voz suave, opaca, que a veces se le rayaba en falsete". Dice que hablaron de literatura sonaron nombres de su generación: Pérez de Ayala, los Machado, Ortega y Gasset… Acto seguido cuenta que en aquella entrevista se dio cuenta de la extraordinaria gracia y mala sangre andaluza que tenía el moguereño para burlarse de la gente y caricaturizarlas. De quienes más le oí reír esa tarde fue de Azorín y Eugenio D’Ors:"¿Han visto ustedes el título del último libro de Azorín? El Chirrión de los políticos. ¡El chirrión! ¡Vaya palabra! Lo he recibido dedicado. Claro que yo mismo, en persona, he ido a su casa a devolvérselo. Azorín vive –prosiguió- en una de esas casas que huelen a cocido madrileño y pis de gato. Duerme en una cama con mosquitero y colgaduras encintados de rosa, y sobre la mesilla de noche tiene, como objeto que él seguramente considera de un gusto reinado, un negrito de escayola pintada, de esos que anuncian el café torrefacto marca ‘La Estrella’, regalo de sus electores cuando fue diputado por Alicante. A un escritor, por muy modesta que sea su vida, se le conoce por la casa".Nos cuenta también que un día al visitar la casa de Pérez de Ayala, rompió su amistad con él porque al parecer le mostró un cuarto con todo el techo colgado de chorizos y longanizas, detalle que le estremeció y no pudo perdonar nunca. De este mismo escritor nos dice Juan Ramón Jiménez, que para dar realismo a una de sus novelas, le confesó haberse ido a vivir a una casa de prostitución, llevándose un baúl cargado de ropa, pues el estudio de tal ambiente le llevaría cierto tiempo. A Eugenio D’Ors lo detestaba, y sobre todo desde el día en que el filósofo catalán lo saludara cortésmente en la calle quitándose un chapeau melon de color gris –un bombín o sombrero hongo-, prenda que a Juan Ramón le parecería irrisoria."Este Xènius (pseudónimo muy conocido de D’Ors), entre el catalán y el castellano se está armando un verdadero lío. Me gustaría que usted, amigo Alberti, ya que es dibujante, lo representase vestido de bailarina, con los brazos gordos en alto y una leyenda al pie, que dijese: ‘Xenia, la esperanta’. Terminará bailando la rumba en Cuenca –concluyó el poeta-, entre divertido y malhumorado".Respecto a la casa de José Ortega y Gasset, dice Juan Ramón que aquel tenía sobre un piano una Venus de Milo, de yeso, de las que al parecer se "vendían en Madrid por 20 céntimos en la plaza de la Cibeles", además de un pisapapel de bronce que representaba a Don Quijote en la escena de los molinos, acompañado hasta de un Sancho Panza desesperado, dando gritos. Estos detalles domésticos sirvieron a Juan Ramón Jiménez para mordacidades y bromas contra la persona de Ortega. De estas críticas, a los "patos aguachirles castellanos" de Luis de Góngora, hay un paso."


"Pero lo cierto es que la casa de Juan Ramón era todo lo contrario de todas aquellas tan criticadas por él. Era de un gusto y elegancia verdaderamente admirables. Trabajaba en una habitación que para los visitantes siempre estuvo rodeada de misterio, ya que nadie lograba penetrar en ella. Era el Sancta Santorum de nuestro poeta. Juan Ramón trabajaba de manera incansable, durante todo el día y parte de la noche, siendo imposible verle. El mismo dice que desde 1916 a 1953, es decir, entre sus treinta y cinco y sus setenta y dos años, escribió unos mil poemas; desde sus quince años hasta la obra Diario escribió otros mil. Es evidente que Juan Ramón creaba con gran facilidad y era muy fecundo. En otras ocasiones se refirió a su "labor millonaria de treinta años" y a los quince libros que tenía escritos, añadiendo: "estoy siempre sin tiempo, chorreando belleza propia por cada página que depuro, creo veinte cada día, ¡qué no podré depurar!... Con mi pluma hago lo que me da la gana". En 1953 manifestaba a R. Gullón que había publicado "…treinta libros, digamos. Pues bien: tengo original inédito para unos ciento cincuenta, muchos de prosas… Tengo una capacidad de creación tan grande y tan sostenida que no me ha dejado tiempo para revisar lo creado… me desborda la producción de cada día… No sé cuántos poemas habré escrito durante mi vida: tal ves seis mil".Juan Ramón mantenía un trabajo constante y de gran fecundidad, rechazando en numerosas ocasiones las visitas que acudían. Desde la portería de la casa le telefoneaban el nombre. A veces era el mismo interesado quien hablaba. Y desde su altar, nuestro poeta distante contestaba: "de parte de Juan Ramón Jiménez, que no está en casa".




Al poeta moguereño, como a tantos otros, le desesperaba la interrupción inoportuna en el recogimiento sagrado de su trabajo, festejado, pleno y frondoso. Se cuanta también, que en los momentos fecundos de arrebato creador, le molestaban incluso las visitas de su propia mujer. Zenobia Camprubí cuanta cómo, en más de una ocasión, los atónitos ojos de sus amigas vieron atravesar por la puerta del fondo de la sala un biombo, como movido por arte del diablo. Detrás, iba, llevándolo, el poeta, embozado en su barba, necesitado, por la razón que fuese, de pasar sin ser visto."

(fuente: islamyal-andalus)











El libro 'Arte menor'. 1909. Libro inedito (Ediciones Linteo) descubre la poesía inédita de Juan Ramón Jiménez a través de 142 poemas, de los cuales 43 eran desconocidos hasta ahora, así como cinco textos originales: cuatro dedicatorias y un prólogo al libro que escribió el poeta, también bajo este título.



Visto en: Casa del libro
Precio: 25 €






(recogido en) Arte menor

14

No recordar nada
Que se eche la noche callada,
como una bandada
blanda y enlutada.

Que no digan nada
que huya la mujer amada
por una alfombrada
estancia soñada

no desear nada...

Juan Ramón Jiménez

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