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sábado, 24 de mayo de 2014

anejo a y a nadie le extrañó verte en la playa


terminan en orange fizz

La Sirenita

Con tus cinco guapísimas hermanas
y tu abuela y tu padre eras feliz
en el fondo del mar, donde la vida
hierve bajo el conjuro silencioso
que urde la vara mágica del agua.
Pero ser feliz cansa, y aun abruma,
como cansa y abruma la familia,
de manera que un día decidiste
romper con tu pasado y buscar novio
entre los hombres de la superficie.
Por si fuera poco, alguien te dijo
que si te enamorabas de un humano
serías inmortal, lo que sonaba
bien, aunque no acabases de creértelo.
El caso es que una bruja te dio piernas
(y alguna cosa más que ahora me callo)
y, satisfecha con tu nuevo cuerpo,
pusiste rumbo a tierra. Era en agosto,
y a nadie le extrañó verte en la playa,
desnuda y sonriente, con tus piernas
recién inauguradas, vacilantes
aún, pero tan largas y perfectas
como las de la diosa del amor
en el lienzo de Sandro Botticelli.
Yo estaba por allí, matando el tiempo,
tomando el sol quizá, disimulando
el horror que la gente me inspiraba
detrás de una expresión dulce y afable,
cuando tú aniquilaste mi tristeza
con sólo aparecer ante mi vista,
y supe que la gloria del deseo
se instalaba en mi alma para siempre.
Y a ti te pasó igual (lo que es más raro,
teniendo en cuenta que yo no era príncipe
y me sobraban unos kilos),
y empezó nuestra historia de amor loco,
que hoy sigue viva, más de treinta meses
después, y que mañana estará viva
y siempre vivirá, porque está hecha
de la misma materia incombustible
con la que se hacen los mitos y los sueños.

Luis Alberto de Cuenca

4 comentarios:

Anónimo dijo...

si, es cierto que ser feliz continuamente, cansa pero en este momento, en que lo piensas ya no eres feliz. Seguramente, por eso la vida está llena de altibajos.Habrá que reconocer,que todo está muy bien hecho y reglamentado, aunque no nos guste

Anisia Serendipia dijo...

¿Todo muy bien hecho?!

Anisia Serendipia dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Anisia Serendipia dijo...

Pues yo dudo muchísimo que ser feliz continuamente canse. A mí desde luego que no me cansa. Claro que parece que a Luis Alberto de Cuenca sí. Puede que porque nunca le haya ido muy mal...ó porque no sepa lo que es ser feliz