sábado, 10 de marzo de 2018
¿Teméis de ésa que puebla las montañas
Carolina Coronado (1820-1911):
«Hay una secta de hombres implacables que con su odio colectivo a todas las mujeres ilustres, antiguas y modernas, se han armado de la sátira, del desprecio y de la calumnia»
«Mis estudios fueron todos ligeros porque nada estudié sino las ciencias del pespunte y del bordado y del encaje extremeño, que, sin duda, es tan enredoso como el código latino, donde no hay un punto que no ofrezca un enredo»
En esta población tan vergonzosamente atrasada, fue un acontecimiento extraordinario el que una mujer hiciese versos, y el que los versos se pudiesen hacer sin maestro, los hombres los han graduado de copias y las mujeres, sin comprenderlos siquiera, me han consagrado por ellos todo el resentimiento de su envidia. Fragmento de una carta de la poeta Carolina Coronado Romero de Tejada a su mentor (1840).
Esos versos los compone
otra cualquiera persona,
y ella luego, por lucirse,
sin duda se los apropia.
—Porque digan que es romántica.
—¡Qué mujer tan mentirosa!
—Dicen que siempre está echando
relaciones ella sola.
—Se enseñará a comedianta.
—Ya se ha sentado ¡la mona!
Más valía que aprendiera
a barrer que a decir coplas.
—Vamos a echarla de aquí.
—¿Cómo?— Riéndonos todas.
—Dile a Paula que se ría.
—Y tú a Isabel, y tú a Antonia.
Ja ja ja ja ja ja ja.
¡Más fuerte, que no lo nota!
Ja ja ja ja ja ja ja.
Ya mira, ya se incomoda,
Ya se levanta y se va...
¡Vaya con Dios la gran loca!
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