Cuando yo era pequeña aquí no teníamos horario de verano. Solo después se empezó a cambiar. Primero en marzo y en septiembre y luego ya paso a ser en marzo y en octubre. No conocía el monolito, parece la tumba de un poeta, y leo que para cuando los alemanes instauraran por decreto el horario de verano, como una medida de guerra el 6 de abril de 1916, el británico William Willet había muerto ya, después de haber dedicado gran parte de su tiempo y fortuna en intentar conseguir que la Cámara de los Comunes aprobara una ley que permitiera adelantar la hora, una hora, el horario en verano para poder disfrutar el tiempo extra de luz solar que sus compatriotas podrían disponer para el ocio, la práctica del deporte o estar con la familia.
Después de cada guerra
alguien tiene que limpiar.
No se van a ordenar solas las cosas,
digo yo.
En la hierba que cubra
causas y consecuencias
seguro que habrá alguien tumbado,
con una espiga entre los dientes,
mirando las nubes.
Wislawa Szymborska
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